Unidad pastoral Santa María de Olárizu / Olarizuko Andre Maria Pastoral Barrutia

Viernes 29 de Marzo del 2024

comentario 160131 IV TO C

madre con niño


Normalmente nos sentimos muy orgullosos de las cualidades que nos hacen un tanto especiales: Saber cantar, bailar, hablar, cocinar, jugar, etc. Cuanto más exclusiva y exótica sea la cualidad, más orgullosos nos podemos sentir.

San Pablo, en la carta a la comunidad de Corinto (1ª Cor. 12, 31-13,13), nos presenta diversas maneras de ser y hacer de las que podemos sentirnos sanamente orgullosos, como cristianos: el don de profecía, el don de lenguas, la fortaleza en la fe, la generosidad extrema.

Pero, fijaos bien, todo esto no tiene más valor que los platillos que resuenan, si no está adobado por el amor, porque “el amor disculpa sin límites, cree sin límites, espera sin límites, aguanta sin límites. El amor no pasa nunca”.

Esta manera de vivir el amor pleno la realizó Jesús: “Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír, leemos en el evangelio, “porque he sido enviado para dar la Buena Noticia a los pobres”… Sus paisanos no le entendieron, no le comprendieron y le rechazaron. Y, por esta razón, Jesús dice: “Ningún profeta es bien recibido en su tierra”.

El jueves pasado participé en un encuentro en el que un amigo mío nos presentaba un libro de poemas preciosos que ha escrito. Antes que él, una mujer también presentaba su tesis doctoral sobre el pensamiento y la vida de otra mujer del siglo XIV Juliana de Norwich. Dijo un pensamiento que había escrito ésta, que me “toco la mente y el corazón”. No sé si recojo bien sus palabras, porque no las tengo escritas, pero me quedé con estas: “Dios nunca nos perdona porque siempre nos ama”. Me extrañó la frase. Nunca nos perdona porque siempre nos ama. ¿Cómo que Dios no nos perdona? No nos perdona porque no se siente ofendido. Al no sentirse ofendido no tiene nada que perdonarnos. Nos decía la presentadora de su tesis doctoral, que ella, madre de hijos, sabía lo que era eso, porque se acercaba a experimentarlo en la relación con sus hijos.

¡Ojala pudiéramos vivir cada uno de nosotros ese amor tan profundo en nuestras relaciones con Dios y con los demás!. No podemos, aunque queramos, porque somos limitados y no podemos amar de ese modo tan pleno y total. Por eso, somos invitados a conceder el perdón que nos piden por las heridas que nos hacen y a ser perdonados por las que hacemos nosotros.

Termino con esta oración de Juliana de Norwich

Dios creó nuestra alma para que sea su propia ciudad

y el lugar de su descanso.

Esto es lo que más le place de toda la creación.

Y cuando habíamos caído en el dolor y el sufrimiento,

ya no éramos aptos para tan noble oficio.

Pero nuestro buen Padre

no se preparó otro lugar para morar,

sino que, en cambio, se sentó sobre la tierra,

esperando a la humanidad, esa misma sacada del barro,

hasta que en el tiempo fijado por la gracia,

su amado Hijo devolvió a esta ciudad su noble belleza,

a través de su grandiosa obra.

A.A.