Unidad pastoral Santa María de Olárizu / Olarizuko Andre Maria Pastoral Barrutia

Jueves 25 de Abril del 2024

comentario A TO28 201011

fano


Los campesinos de Galilea disfrutaban en las bodas que se celebraban en las aldeas. Sin duda, Jesús tomó parte en más de una. ¡Qué experiencia gozosa para aquellas gentes ser invitados a una boda y poder sentarse con los vecinos a compartir juntos un banquete de fiesta!

Este recuerdo ayudó a Jesús a comunicar su experiencia de Dios de una manera nueva y sorprendente. Según él, Dios está preparando un banquete final para todos sus hijos, pues a todos los quiere ver sentados junto a él disfrutando para siempre de una vida plenamente dichosa.

Podemos decir que Jesús entendió su vida como la propuesta de una gran invitación en nombre de Dios a esa fiesta final. Por eso Jesús no impone nada a la fuerza, no presiona a nadie. Anuncia la Buena Noticia de Dios, despierta la confianza en el Padre, enciende en los corazones la esperanza. A todos les ha de llegar su invitación.

¿Qué ha sido de esta invitación de Dios? ¿Quién la anuncia? ¿Quién la escucha? ¿Dónde se habla en la Iglesia de esta fiesta final?

Satisfechos con nuestro bienestar, sordos a lo que no sean nuestros intereses inmediatos. ¿Nos hemos acostumbrando a vivir sin necesidad de alimentar una esperanza última? Sin mirar lejos. En nuestras conversaciones, los adultos, cuando hablamos de los mayores, de los padres, de esas ancianas que viven solas en sus casas o de los que han ido a una residencia por su incapacidad para vivir autónomos o por cualquier otro motivo…. Se habla de medicamentos, de condiciones sanitarias, se habla de salud, de cuidados sociales,… pero muy pocas veces se habla de la muerte, tan próxima en algunos casos. Muy escasos los momentos en que, con sosiego, se enfrenta esa realidad y mucho menos cuando esto se hace con la actitud esperanzada del evangelio. Es, quizás, otro síntoma de que nuestro horizonte vital no está muy marcado por el norte del evangelio.

Jesús era realista. Sabía que la invitación de Dios puede ser rechazada. En la parábola de "los invitados a la boda" se habla de las reacciones de los invitados. Unos rechazan la invitación de manera consciente y rotunda: “No quisieron venir”. Otros responden con absoluta indiferencia: “No hicieron caso”. Les importan más sus tierras y negocios.

Pero, según la parábola. Dios no se desalienta. Por encima de todo habrá una fiesta final. El deseo de Dios es que la sala del banquete se llene de invitados. Por eso hay que ir a los “cruces de los caminos” por donde caminan tantas gentes errantes, que viven sin esperanza y sin futuro. La Iglesia ha de seguir anunciando con fe y alegría la invitación de Dios proclamada en el Evangelio de Jesús.

 

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