Unidad pastoral Santa María de Olárizu / Olarizuko Andre Maria Pastoral Barrutia

Jueves 28 de Marzo del 2024

comentario A TP 5 200510

fano


Al final de la última cena, los discípulos comienzan a intuir que Jesús ya no estará mucho tiempo con ellos. La salida precipitada de Judas, el anuncio de que Pedro le negará muy pronto, las palabras de Jesús hablando de su próxima partida, han dejado a todos desconcertados y abatidos. ¿Qué va a ser de ellos?

Jesús capta su tristeza y su turbación. Su corazón se conmueve. Olvidándose de sí mismo y de lo que le espera, Jesús trata de animarlos: "No os inquietéis. Confiad en Dios y confiad también en mí”. Más tarde, en el curso de la conversación, Jesús les hace esta confesión: "Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie puede llegar hasta el Padre sino por mí". No lo hemos de olvidar nunca.

Con la pandemia se ha marcado el territorio y las distancias. Un metro o metro y medio entre personas, medio kilómetro desde la residencia. ¿Hasta dónde podemos llegar?, ¿cuáles son nuestros caminos?, hace falta penetrar un poco más y escuchar lo que hoy nos dice Jesucristo: “Yo soy el camino". El problema de muchos no es que vivan extraviados o descaminados. Sencillamente viven sin camino, perdidos en una especie de laberinto: andando y desandando los mil caminos que, desde fuera, les van indicando las consignas y modas del momento.

¿Y qué puede hacer un hombre o una mujer cuando se encuentra sin camino? ¿A quién se puede dirigir? ¿Adónde puede acudir? El que camina tras los pasos de Jesús podrá seguir encontrándose con problemas y dificultades, pero está en el camino acertado que conduce al Padre. Esta es la promesa de Jesús.

Con esta pandemia, hemos escuchado mil discursos, cientos de números, inmensidad de datos y vamos entendiendo que lo hacían ¿desde criterios?, ¿desde análisis de diversos tipos?… si miramos un poco más en lo profundo, escuchamos las palabras del nazareno: “Yo soy la verdad''. Estas palabras encierran una invitación escandalosa a los oídos modernos. Y, sin embargo, también hoy hemos de escuchar a Jesús. No todo se reduce a la razón. EI desarrollo de la ciencia no contiene toda la verdad, más bien ese rosario de verdades en el que cada cual coge el misterio que más le gusta. El misterio íntimo de la realidad no se deja atrapar por los análisis más sofisticados. El ser humano ha de vivir ante el misterio último de su existencia.

Jesús se presenta como camino que conduce y acerca a ese Misterio último. Dios no se impone. No fuerza a nadie con pruebas ni evidencias. El Misterio último es silencio y atracción respetuosa. Jesús es el camino que nos puede conducir a confiar en su bondad.

Los informativos de la pandemia comienzan con el listado de números, de ingresos, de recuperados, de difuntos. Los fallecidos de las residencias, los fallecidos en los hospitales… y las limitaciones; aquel “solo tres familiares pueden ir al entierro del allegado” que ya hemos procurado olvidar. Ante esto, escuchamos la palabra de Jesús: "Yo soy la vida". Jesús puede ir transformando nuestra vida. No como el maestro lejano que ha dejado un legado de sabiduría admirable a la humanidad, sino como alguien vivo que, desde lo más profundo de nuestro ser, infunde en nosotros un germen de vida nueva.

Esta acción de Jesús en nosotros se produce casi siempre de forma discreta y callada. El mismo creyente solo intuye una presencia imperceptible. A veces, sin embargo, nos invade la certeza, la alegría inconcebible, la confianza total: Dios existe, nos ama, todo es posible, incluso la vida eterna. Nunca entenderemos la fe cristiana si no acogemos a Jesús como el camino, la verdad y la vida.

 

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