Unidad pastoral Santa María de Olárizu / Olarizuko Andre Maria Pastoral Barrutia

Jueves 25 de Abril del 2024

comentario B TO 2 210117

fano


Las palabras que Jesús pronuncia en el evangelio de hoy descolocan, van al fondo, a las raíces mismas de nuestra vida. A dos discípulos del Bautista que comienzan a seguirlo Jesús les dice: “¿Qué buscáis?”.

No es fácil responder a esta pregunta sencilla, directa, fundamental, desde el interior de una cultura “cerrada” como la nuestra, que parece preocuparse solo de los medios, olvidando siempre el fin último de todo. ¿Qué es lo que buscamos exactamente?

No serán pocos los que escuchando hablar de vacunación, de medidas, de confinamiento,… lo que estén buscando es aquel famoso oxímoron, estén buscando la nueva normalidad. Hablar de «normalidad» nos sugiere regresar a una situación estable, previsible, libre de incertidumbres. A la vez, el adjetivo «nueva», advierte de que nada puede volver a ser como antes. Con una pandemia producto del azar biológico y consecuencia directa de una vida humana depredadora del planeta, la nueva normalidad no pueden ser solo unos pequeños ajustes: debe implicar una apuesta por un modelo radicalmente sostenible desde un punto de vista tanto social como ecológico. Volver a la situación anterior a la pandemia lo deseamos solo una minoría privilegiada de la humanidad, pero hemos de reconocer que el orden global previo a la pandemia no era un orden justo, equitativo y armonioso. No hemos aprendido nada si queremos volver a la normalidad anterior. Para hacer que nazca la auténtica novedad, necesitamos vivir más conscientemente, más despiertos para reconocer a aquellas personas que sufren la injusticia, a aquellos que hacemos invisibles, aquellos que son los más vulnerables. Esta mirada «samaritana», atenta, nos desplaza y desemboca en una acción compasiva y comprometida para aligerar el sufrimiento y revertir, así, las causas. Esta forma de vivir es punto necesario para ser del grupo que quiere caminar con hondura por la vida.

Y así, estamos alerta para no pertenecer al grupo para los que la vida es “un gran supermercado”, y Io único que les interesa es adquirir objetos con los que poder consolar un poco su existencia. Otros lo que buscan es escapar de la enfermedad, la soledad, la tristeza, los conflictos o el miedo. Pero escapar, ¿hacia dónde?, ¿hacia quién?

Otros ya no pueden más. Lo que quieren es que se les deje solos. Olvidar a los demás y ser olvidados por todos. No preocuparse por nadie y que nadie se preocupe de ellos.

La mayoría buscamos sencillamente cubrir nuestras necesidades diarias y seguir luchando por ver cumplidos nuestros pequeños deseos. Y, si todos ellos se cumplieran, ¿quedaría nuestro corazón satisfecho? ¿Se habría apaciguado nuestra sed de consuelo, liberación y felicidad plena?

Se dice que los hombres y mujeres de hoy han olvidado a Dios. Pero cuando un ser humano se interroga con un poco de honradez, no le es fácil borrar de su corazón “la nostalgia de infinito”.

Lo más honrado que puede hacer el ser humano es “buscar”. No cerrar ninguna puerta. No desechar ninguna llamada. Buscar a Dios, tal vez con las migajas de sus fuerzas y de su fe. Tal vez desde la mediocridad, la angustia o el desaliento.

Dios y su proyecto no juegan al escondite ni se esconden de quien los busca con sinceridad. Dios está ya en el interior mismo de esa búsqueda. Más aún. Dios se deja encontrar incluso por quienes apenas le buscamos. Así dice en el libro de Isaías: “yo me he dejado encontrar por quienes no preguntaban por mí. Me he dejado hallar por quienes no me buscaban. Dije: "Aquí estoy, aquí estoy” (Isaías 65,1-2).

 

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