Unidad pastoral Santa María de Olárizu / Olarizuko Andre Maria Pastoral Barrutia

Miércoles 24 de Abril del 2024

comentario B TO32 2018

viuda pobre


La polémica con los jefes religiosos de su pueblo toma sesgos peligrosos para Jesús. El Señor denuncia el gusto que ellos tienen por la pompa y los honores. Pero no se trata sólo de algo frívolo; esa ostentación se basa en el despojo al pobre: «Devoran los bienes de las viudas». Es conocida la trilogía del pobre en el antiguo testamento: viuda, huérfano y extranjero; personas sin protección, a quienes la vida resulta dura.


En este pasaje de Marcos la viuda representa a los pobres, a los insignificantes. Lo poco que éstos tienen es devorado, por aquellos que deberían ser sus guías espirituales, «con pretexto de largos rezos». El Señor rechaza todo uso de una prerrogativa religiosa (que si existe es para servir) a fin de ganar los primeros puestos y rodearse de honores, y llama a cada uno de nosotros a examinarse al respecto.


Marcos nos cuenta en seguida un sencillo episodio. Jesús va al templo, corazón del poder religioso, económico y político de Jerusalén. En ese lugar, sentado «enfrente del cepillo», se pone a observar cómo depositan sus limosnas los creyentes que van al templo. El templo era muy grande. Jesús —que al parecer está solo— escoge un lugar que le permita ver lo que no sería posible desde otra posición. Esta es tal vez la enseñanza mayor del texto.


Los ricos ponen mucho; en cambio, «una viuda pobre» apenas «dos reales». No se trata de un hecho banal para este agudo observador que ve más allá de las apariencias. Su lectura de la realidad viene del mensaje del Reino que él anuncia y del ángulo en que se ha colocado. El Maestro hará ver a sus discípulos el significado de lo que está ocurriendo. Lo que ha hecho la «viuda pobre» parece poco a una mirada no iluminada por la fe y situada fuera del palpitar de la historia, pero para Jesús vale más que la limosna de los ricos.


La razón de esto es clara: unos dieron lo que les sobraba; la viuda entregó «de lo que necesitaba todo cuanto poseía, todo lo que tenía para vivir». No lo superfluo, sino lo necesario. A ello nos invita también Juan Pablo II en su encíclica «Sollicitudo rei socialis» (n. 31).


Este es el fundamento de la solidaridad. No se trata de un tipo de ayuda que humille, sino de un compromiso que promueve. De una entrega, de un intercambio entre iguales.

Para percibirlo es necesario saber ver y ello supone elegir nuestro mirador para observar la realidad. ¡Lúcida tarea para cada uno de nosotros, los seguidores de Jesucristo!


Por otra parte, la comunidad de discípulos que quiere Jesús representa un mundo desarrollado según los designios de Dios, en el que cuenta más la calidad que la cantidad, y lo que uno es más que lo que representa o tiene. Frente a los infieles a Dios por su apego al dinero, están los creyentes generosos que dan lo que tienen y lo que son y participan de la generosidad de Cristo, que entregó total y gratuitamente su vida al Padre en servicio a los hombres.


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