Unidad pastoral Santa María de Olárizu / Olarizuko Andre Maria Pastoral Barrutia

Viernes 26 de Abril del 2024

comentario C TO 32 2019

fano


No es difícil encontrarse con personas interesadas por la vieja teoría de la reencarnación e, incluso, con cristianos que no entienden muy bien por qué el cristianismo habla de resurrección y no de reencarnación.

Sin embargo, la fe en la resurrección de los muertos supone algo totalmente nuevo y original frente a la reencarnación de las almas que se afirma en la religiosidad hindú o en el budismo.

Según la visión hindú, las almas van emigrando constantemente (sam-sára = pasar a través), encarnándose una y otra vez en vidas sucesivas. Y son las acciones buenas o malas (karma) las que deciden cómo va a ser la próxima reencarnación hasta alcanzar tal vez un día la reintegración en la totalidad del Ser Absoluto. Ese nirvana difícil pero no imposible del que habla el budismo.

Esta manera de ver la realidad tiene consecuencias profundas y se distancia radicalmente de la fe cristiana. Según esta concepción oriental, la identidad individual de cada persona se eclipsa y el cuerpo queda privado de valor. En realidad, los individuos surgen por una disgregación del ser, pueden reencarnarse en diversos cuerpos, pero lo importante es que vuelvan a reintegrarse en el Gran Todo.

La visión cristiana es diferente. En la raíz de todo está un Dios Creador que, movido por su amor infinito, crea la vida de cada persona con un valor absoluto y singular. Cada individuo es un ser libre querido por Dios por sí mismo y llamado a encontrar un día su realización plena corpóreo-espiritual en un diálogo amoroso con él.

Los cristianos vemos que cada persona es un ser libre que puede rechazar a Dios rompiendo su relación personal con él. Por eso, la salvación se produce, no por medio de un mecanismo de reintegración, sino a través de una conversión personal a Dios.

Nosotros creemos en un Dios que crea la vida y nos la regala amorosamente a cada uno como valor absoluto. La muerte puede acabar con nuestra condición biológica actual, pero no puede extinguir la vida que nos llega desde Dios. El Creador de la vida es más fuerte que la muerte. Dios no es “Un Dios de muertos, sino de vivos”. El nos resucitará para la vida eterna.

 

Hoy también se celebra nuestra iglesia diocesana, en el folleto que se reparte se ven los números de la diócesis de Vitoria: sus ingresos y gastos, el número de bautizos, primeras comuniones, confirmaciones, matrimonios,… el número de sacerdotes, religiosos y religiosas, parroquias,…el número de voluntarios de Cáritas y el de proyectos de cooperación al desarrollo y cuatro sonrisas en la última página.

¡Qué bueno si en esos números resuena la presencia de un Dios de vivos!

 

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