Unidad pastoral Santa María de Olárizu / Olarizuko Andre Maria Pastoral Barrutia

Viernes 19 de Abril del 2024

comentario Pentecostes 2016

oracion pentecostes


Celebramos hoy la fiesta de Pentecostés, la fiesta del Espíritu. La promesa de Jesús (Hch 1,5.8) se cumple en los discípulos en este día.

Se sabe que Pentecostés era una fiesta judía, que recibió este nombre tardío (s. II a. C.) por celebrarse 50 días después de la Pascua. Coincidía con la fiesta de la siega, día de acción de gracias, en el que se ofrecían en el templo los productos de la tierra (José Maria Castillo).

Si leemos con detenimiento el evangelio de este día vemos que Jesús transmite a sus discípulos y discípulas tres deseos: “Paz a vosotros”, les dice dos veces. La paz de sentimientos, la paz de corazones es una premisa para recibir el segundo deseo de Jesús: “Recibid el Espíritu Santo” para poder dialogar, perdonar, amar. Y si estamos acompañados del Espíritu que nos transmite paz y fuerza podemos hacer realidad el tercer deseo de Jesús: Recorrer el mundo dando vida, defendiendo la dignidad humana para todos.

Pero hablemos de lo que supone, hoy para nosotros, aceptar la presencia del Espíritu. Cuando nos encontramos con una persona que transmite vida y esperanza solemos decir, ¡qué espíritu tiene esta persona! Y, al contrario, cuando vemos a una persona triste y pusilánime decimos, ¡qué poco espíritu tiene!

Al decir estas palabras, me parece, que expresamos cómo entendemos al Espíritu. Lo percibimos como vida, luz, esperanza, apuesta por lo bueno, lo recto, lo justo, lo humano.

Hoy, lo «espiritual», quizás, porque vivimos en una sociedad tan secularizada y materialista no evoca gran cosa en muchos de nuestros contemporáneos. La misma palabra «espíritu» queda asociada al mundo de lo etéreo, lo inverificable, lo irreal. Incluso, podríamos decir que «lo espiritual» suscita en muchos una actitud de reserva y sospecha porque parece que no tiene que ver nada con la construcción de la ciudad terrestre.

Y sin embargo, son bastantes las voces y los movimientos que reclaman hoy con fuerza el retorno al Espíritu. Creo que el hombre y la mujer occidentales no buscan sólo un nuevo sistema socio-económico, sino una nueva vida, un aliento nuevo, una fuerza de salvación capaz de liberarnos del desencanto, del absurdo.

En esta apuesta es donde podemos situar hoy los creyentes la fe en el Espíritu Santo, para redescubrir con gozo las posibilidades que se nos pueden abrir para a relacionarnos con personas llenas de vida, de esperanza, de lucha por una sociedad y un mundo más humano y solidario.

Los creyentes acogemos al Espíritu como fuerza regeneradora. Nos abrimos a la acción del Espíritu que actúa en nosotros, en los acontecimientos de nuestra vida, en las relaciones entre las personas y los pueblos. Los cristianos necesitamos creer más y con más concreción en la eficacia liberadora que tiene el Espíritu. Nada de esto se puede entender desde fuera. Cada uno debemos descubrir por experiencia propia cómo la fe y la fidelidad al Espíritu llena de sentido y de gozo su existencia.

Por eso, podemos celebrar en la Eucaristía el gozo de creer en el Espíritu que regenera nuestras vidas y nos envía a ser testigos del Dios de la vida.

A.A.


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