Unidad pastoral Santa María de Olárizu / Olarizuko Andre Maria Pastoral Barrutia

Martes 23 de Abril del 2024

Desde el evangelio del domingo 26 Oct14

Amar a Dios y al prójimo


El individualismo moderno.  - No es difícil observar entre nosotros los rasgos más característicos del individualismo moderno. Para muchos, el ideal de la vida es «sentirse bien». Todo lo demás viene después. Lo primero es mejorar la calidad de vida, evitar lo que nos puede molestar, y asegurar, como sea, nuestro pequeño bienestar material, sicológico y afectivo. Para lograrlo, cada uno debe organizarse la vida a su gusto. No hay que pensar en los problemas que vive la sociedad, las dificultades con las que viven los demás. Lo que haga cada uno es cosa suya. No es bueno meterse en la vida de otros. Bastante tiene uno con sacar adelante su propia vida.

El individualismo moral

Este individualismo moderno está cambiando la vida moral de muchas personas en occidente. Poco a poco, se va difundiendo una «moral sin mandamientos». Todo es bueno si no me hace daño. Lo importante es ser inteligente y actuar con habilidad.  Ser respetuoso en las formas y maneras de relacionarnos, aunque vivamos en la corrupción permanente, tanto en el campo económico como en la manera de vivir  las relaciones con los demás.

Pero, ¿cuál es el problema? Pues que vivimos todos en un mundo que se llama la “aldea global”. Y en una aldea, en un pueblo pequeño, la vida de los otros repercute en la mía. Quiera o no la situación que viven los demás influye en mi vida y mi vida condiciona la de los demás. No me puedo aislar o vivir como en una burbuja, porque los demás no me dejan, para bien y para mal. Vivimos interrelacionados y dependientes los unos de los otros. Ahora lo estamos viendo en esto de la crisis económica.

La debacle de los bancos nos ha arrastrado a todos hacia la pérdida de derechos laborales y  calidad de vida. Hoy, la mayoría, somos más pobres que hace siete años.

La fe cristiana

En el aspecto religioso va cambiando también la manera de vivir la fe. Cada uno sabe «lo que le va» y «lo que no le va». Sentimos, muchas veces,  que lo importante es que la religión le ayude a uno a sentirse bien. Se puede ser un «cristiano majo» y sin problemas. Lo que hace falta es «gestionar» lo religioso de manera inteligente. Pero hay una manera muy sencilla de saber qué queda de «cristiano» en cada uno de nosotros, qué queda de cristiano en este individualismo moderno religioso: Es ver si todavía se revuelven mis sentimientos ante el sufrimiento de los demás, si todavía me preocupa que haya personas que lo pasan mal.

Las palabras que hemos escuchado en la primera lectura así nos lo recuerdan. “Así dice el Señor: "No oprimirás ni vejarás al forastero, porque forasteros fuisteis vosotros en Egipto. No explotarás a viudas ni a huérfanos, porque, si los explotas y ellos gritan a mí, yo los escucharé”.

Jesús, también, precisó con toda claridad lo esencial: «amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón» y «amarás al prójimo como a ti mismo». Ser cristiano no es sentirse bien ni mal,  es sentirse solidario con los que viven mal, sentir los sufrimientos de los que sufren y reaccionar ante su impotencia sin refugiarnos en nuestro propio bienestar.

Ser cristiano es sentir que, haciendo esto,  tengo un “compañero de fatigas”, Jesucristo,  que fortalece mi vida y, por eso, estoy contento y hago lo que hago  con gozo.

En la  Eucaristía celebramos la presencia  de Cristo en los que nos sentimos solidarios  con  las alegrías y  los sufrimientos  que encierran  las realidades humanas.

A.A.