Unidad pastoral Santa María de Olárizu / Olarizuko Andre Maria Pastoral Barrutia

Martes 19 de Marzo del 2024

comentario B TA 1 201129

fano


Jesús está en Jerusalén, sentado en el monte de los Olivos, mirando hacia el Templo y conversando con cuatro discípulos. Los ve preocupados por saber cuándo llegará el final de los tiempos. A él, le importa cómo vivirán sus seguidores. Ven el templo, ven el final de los tiempos, ven el futuro de los creyentes… así entendemos el lema de este domingo y en tiempo de pandemia: ¿Dónde le ves? Vacúnate contra el egoísmo. Non ikusten duzu? Egoismoaren aurkako txertoa jarri.

Por eso insiste: “Mirad, vivid despiertos”. Y dejando de lado el lenguaje de los visionarios apocalípticos, les cuenta una pequeña parábola.

“Un señor se fue de viaje y dejó su casa”. Pero, antes de ausentarse, “confió a cada uno de sus criados su tarea”. Al despedirse solo les insistió en una cosa: “Vigilad, pues no sabéis cuándo vendrá el dueño de la casa”. Que, cuando venga, no os encuentre dormidos.

El relato sugiere que los seguidores de Jesús formarán una familia. La Iglesia será “la casa de Jesús”. En ella, todos son servidores. No hay señores. Todos vivirán esperando al único Señor de la casa: Jesús, el Cristo. No lo han de olvidar jamás.

En la casa de Jesús nadie ha de permanecer pasivo. Nadie se ha de sentir excluido, sin responsabilidad alguna. Todos somos necesarios. Todos tenemos alguna misión confiada por él. Todos estamos llamados a contribuir a la gran tarea de vivir como Jesús. Él vivió siempre dedicado a servir al reino de Dios.

Los años irán pasando. ¿Se mantendrá vivo el espíritu de Jesús entre los suyos? ¿Seguirán recordando su estilo servicial a los más necesitados y desvalidos? ¿Le seguirán por el camino abierto por él? ¿Se dormirá en los laureles? Jesús les insiste hasta tres veces: “Vivid despiertos”. No es una recomendación a los cuatro discípulos que le están escuchando, es un mandato a los creyentes de todos los tiempos: “Lo que os digo a vosotros os lo digo a todos: velad”.

Un rasgo común de los cristianos que no han abandonado la Iglesia es la pasividad. Durante siglos los fieles han sido educados para la sumisión y la obediencia. En la casa de Jesús, solo una minoría se siente hoy con alguna responsabilidad eclesial.

¿Y ahora? En el evangelio hemos oído: “dio a cada uno su tarea”. No podemos aumentar las diferencias e importancias entre tareas y tareas, entre “los que mandan” y “los que obedecen”. Nos separa de Dios promover el desafecto, la mutua exclusión o la pasividad. Jesús nos quiere a todos despiertos, activos, colaborando con lucidez y responsabilidad en su proyecto del reino de Dios.

 

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