Unidad pastoral Santa María de Olárizu / Olarizuko Andre Maria Pastoral Barrutia

Lunes 29 de Abril del 2024

comentario B Tp2 240407

fano


Hace unos años, en Francia, alguien entrevistó a personas con fama en el país y ateos, pensaba encontrar en ellos un ateísmo riguroso y bien fundamentado. En realidad, se encontró con que, en profesionales lucidos y honestos, había con frecuencia una “una absoluta ausencia de búsqueda de verdad”.

Y entre nosotros, aunque no seamos personas de prestigio, en nuestra familia, en nuestro barrio sucede algo semejante. Gran parte de los que no creen en Dios tampoco han hecho gran ni pequeño esfuerzo para buscarlo. No se definen como agnósticos, y hacen bien, porque un agnóstico es una persona que se plantea el problema de Dios y, al no encontrar razones para creer en él, suspende el juicio. El agnosticismo es una búsqueda que termina en frustración. Solo después de haber buscado adopta el agnóstico su postura, esa que dice “No sé si existe Dios. Yo no encuentro razones ni para creer en él ni para no creer”.

La postura más extendida hoy consiste en desentenderse de la cuestión de Dios. Muchos, simplemente, no buscan. Alguien diría que son vidas “sin voluntad de verdad real”. Les resulta indiferente que Dios exista o no exista. Les da igual que la vida termine aquí o no. A ellos les basta con “dejarse vivir”, abandonarse “a lo que fuere”, sin ahondar en el misterio del mundo y de la vida.

Por ejemplo, habrán oído esta semana la noticia de esos 7 cooperantes asesinados en Gaza… y no habrán pensado nada de esas vidas acabadas.

Pero ¿es esa la postura más humana ante la realidad? ¿Se puede afirmar que no darle vueltas al sentido de la vida es la única actitud legítima de todo?

Querer mantenerse en esa “postura neutral” sin decidirse a favor o en contra de la fe es ya tomar una decisión. La peor de todas, pues equivale a renunciar a buscar una aproximación al misterio último de la realidad.

La postura de Tomás, en el evangelio de hoy, no es la de un agnóstico indiferente, sino la de quien busca afirmar su fe en la propia experiencia. Por eso, cuando se encuentra con Cristo, se abre confiadamente a él: “Señor mío y Dios mío”. Creo que podemos pensar en la verdad, en la gran verdad encierran las palabras de un famoso teólogo: “Es más fácil dejarse hundir en el propio vacío que en el abismo del misterio santo de Dios, pero no supone más coraje ni tampoco más verdad. En todo caso, esta verdad resplandece si se la ama, se la acepta y se la vive como verdad que libera”.

 

Si quieres ver la hoja de participación de una de las parroquias de la Unidad Pastoral Santa María de Olárizu para este domingo de la misericordia. PINCHA ABAJO.


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