Unidad pastoral Santa María de Olárizu / Olarizuko Andre Maria Pastoral Barrutia

Viernes 26 de Abril del 2024

comentario C TO 25 2019

fano


¡Cómo ha cambiado la sociedad! ¡Ahora la gente….! Y hablamos de la misa, de las bodas, de las vacaciones, de la semana santa,… Vemos muchos detalles o cosas que los creyentes consideramos valiosas que en nuestro entorno han caído como un castillo de naipes y ya, simplemente, no se ven. Como papeles por el suelo,… no existen. Probablemente, todavía no nos hemos percatado de la raíz de esos hechos en el profundo cambio socio-cultural que se ha producido entre nosotros, cuando grandes sectores de la sociedad han tenido acceso a un consumismo masivo.

En pocos años, la tecnología ha hecho posible la producción de toda clase de objetos, ingenios y aparatos. Pero, naturalmente, para poder venderlos, ha sido necesario estimular el apetito de los posibles compradores. Se han producido entonces dos hechos revolucionarios que van a configurar en adelante el estilo de vida del ser humano contemporáneo.

Por una parte, se pone en marcha una publicidad. Cada vez más intensa, en todos los canales y más emotiva que acosa a las personas a lo largo de toda su vida, tratando de seducirlas con un mensaje muy sencillo: el ideal más deseable consiste en poseer cosas y disfrutarlas. Sin eso, la vida queda manca y sin aliciente.

Por otra parte, con el fin de facilitar la compra, se introduce el sistema de la venta a plazos. De esta manera, todos pueden tener ya acceso al consumismo masivo y adquirir toda clase de productos desde las vacaciones para más de 60 años hasta  en vez de comprar el coche pagar una cantidad cada mes.

Sin duda, todo ello ha traído consigo una mejora de las condiciones de vida, que hemos de valorar y agradecer debidamente. Pero, al mismo tiempo, ha introducido un estilo de vivir enormemente peligroso, que no hemos de ignorar.

Para muchas personas, el ideal supremo consiste hoy en ganar más para tener más y disfrutar más. Se ha despertado en la sociedad un deseo insaciable de cosas. Alguien dijo: “De la satisfacción de necesidades hemos pasado a la insaciabilidad de las necesidades”.

Además de las catastróficas consecuencias para la naturaleza, para el planeta que estamos viendo cada día en los medios de comunicación, hay consecuencias que tienen que ver con la política, con lo que entre todos tenemos que gestionar. Otras, son personales.

Poco a poco, este consumismo descontrolado va configurando la vida de no pocas personas. “El o la consumista" lo ve todo desde la utilidad o satisfacción que le puede reportar. Incluso en las relaciones con las demás personas, se acostumbra a buscar la rentabilidad o el placer que el otro le puede proporcionar, no el encuentro amoroso y la mutua entrega.

De esta manera, (la persona consumista) corre el riesgo de volverse insolidaria. No ve las necesidades y sufrimientos de los otros. Sólo vive para acaparar cosas, acumular experiencias placenteras y atrapar posesivamente a las personas.

¿Y Dios? No tiene lugar en sus referencias, es otro de los naipes caídos. Tampoco Dios tiene sitio en su corazón. Su religión es el consumo. No puede acoger a Alguien que es Amor. En último caso, solo entendería una relación mercantilista con Dios: darle misas, oraciones y culto para ganar méritos y poseer el cielo.

En esta cultura del consumo es novedad y resuenan con nueva fuerza las palabras de Jesús: “No podéis servir a Dios y al dinero'' No se puede vivir consumiendo egoístamente toda clase de bienes y pretender, al mismo tiempo, ser fieles a un Dios que pide amor y fraternidad.

 

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