La fe no es una impresión o emoción del corazón. Sin duda, el creyente siente su fe, la experimenta y la disfruta, pero sería un error reducirla a “sentimentalismo”.
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Hace unos años, en Francia, alguien entrevistó a personas con fama en el país y ateos, pensaba encontrar en ellos un ateísmo riguroso y bien fundamentado.
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