Unidad Pastoral Santa María de Olárizu
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El antiguo testamento insiste en que el Dios de Israel es un «Dios escondido», así lo expresa el libro de Isaías. Los cristianos afirmamos lo mismo. Sí, se ha «revelado» en Jesucristo, pero Dios sigue siendo un misterio insondable.
El nuevo testamento, la experiencia compartida por Jesucristo, nos ayuda a afirmar que de ese Dios oculto sabemos lo más importante. Tiene su rostro vuelto hacia nosotros, pues su misterio insondable es un misterio de amor.
Y, para muchos, Dios es hoy no solo un Dios escondido, sino un Dios ausente. Dios se ha diluido en su corazón como ha desaparecido las figuras navideñas de los luminosos de las ciudades. Su vida transcurre al margen del misterio. Fuera de su pequeño mundo de preocupaciones no hay nada importante. Dios es solo una abstracción. Lo verdaderamente trascendental para ellos es llenar esta corta vida de bienestar y experiencias placenteras. Eso es todo.
Sin embargo, Dios escondido no es igual a Dios ausente. En el fondo de la vida, detrás de las cosas, en el interior de los acontecimientos, en el encuentro con las personas, en los dolores y gozos de la existencia, está siempre el amor de Dios, sustentándolo todo.
Muchos han quedado hoy sin capacidad de percibir su presencia. Pero la vida no ha cambiado. Dios sigue ofreciéndose calladamente en el interior de cada persona y de cada realidad. El mensaje último y decisivo que él pronuncia sobre cada ser humano ha de escucharlo cada uno en el fondo de su corazón. Por eso, el primer paso hacia la fe es ponernos a escuchar a ese Dios que ni pregunta ni responde con palabras humanas, pero está ahí, en el interior de la vida, invitándonos a vivir con confianza.
Celebramos estos días la encarnación del Hijo de Dios. Como dice el evangelista san Juan: «A Dios nadie lo ha visto jamás: el Hijo único, que está en el seno del Padre, es quien lo ha dado a conocer». Dios sigue escondido, pero en Cristo nos ha revelado hasta dónde llega su amor al ser humano.
Es mensaje de la fiesta de Navidad. Dios es amor. Tiene su rostro vuelto hacia nosotros. Nos bendice y nos mira con amor. A los cristianos nos queda mirar a Dios agradecidos por el regalo del pequeño de Belén. Nos queda mirar la realidad. Esta realidad sangrante, injusta, en tantos lugares y de tantas formas y hacerlo con la mirada amorosa de Dios. Nos queda ponernos manos a la obra y como los magos harán esta noche, ir dejando esos regalos que Dios quiere para este mundo, para nuestra realidad.
Si quieres ver la hoja de participación de una de las parroquias de la Unidad Pastoral Santa María de Olárizu para este domingo. PINCHA ABAJO.