Unidad pastoral Santa María de Olárizu / Olarizuko Andre Maria Pastoral Barrutia

Viernes 26 de Abril del 2024

comentario B TO 12 210620

fano


La situación nos puede sonar, como alguna tarde esta semana en Vitoria, o, con más intensidad lo hemos visto en otros lugares por la televisión. Esas tormentas imprevistas y furiosas que se levantan al atardecer de algunos días de calor y que a veces se hacen eternas. Algo así le pasa a la barca en la que van Jesús y sus discípulos, atrapada por una de esas en el lago de Galilea. Marcos describe el episodio para despertar la fe de las comunidades cristianas, que viven momentos difíciles.

Entendámoslo bien. No nos dice que tenemos a superJesus, como superman que va a solucionar los problemas. No es el solucionador. No es la barita mágica ante las dificultades. No es una historia tranquilizadora para consolarnos a los cristianos de hoy con la promesa de una protección divina que permita a la Iglesia pasear tranquila a través de la historia. Bien leído, es la propuesta para que los seguidores de Jesús, nosotros ahora en estos momentos oigamos esa llamada decisiva de Jesús para hacer con él la travesía en tiempos difíciles: “¿Por qué sois tan cobardes? ¿Todavía no tenéis fe?”.

Marcos prepara la escena desde el principio. Nos dice que era “al caer la tarde”. Pronto caerán las tinieblas de la noche sobre el lago. Es Jesús quien toma la iniciativa de aquella extraña travesía: “Vamos a la otra orilla”. La expresión no es nada inocente. Les invita a pasar juntos, JUNTOS, en la misma barca, hacia otro mundo, más allá de lo conocido: la región pagana de la Decápolis. Para que nos hagamos a la idea física, se trata de atravesar el estrecho y llegar a la desconocida cultura árabe de Marruecos, por ejemplo.

De pronto se levanta un fuerte huracán, truenos y tormenta, y las olas rompen contra la frágil embarcación, inundándola. ¡Qué escena! en la parte delantera, los discípulos luchando impotentes contra la tempestad; a popa, en un lugar algo más elevado, Jesús durmiendo tranquilamente sobre un cabezal.

Aterrorizados, los discípulos despiertan a Jesús. No captan la confianza de Jesús en el Padre. Lo único que ven en él es una increíble falta de interés por ellos. Se les ve llenos de miedo y nerviosismo: “Maestro, ¿no te importa que perezcamos?”.

Jesús no se justifica. Se pone de pie y pronuncia una especie de exorcismo: el viento cesa de rugir y se hace una gran calma. Jesús aprovecha esa paz y silencio grandes para hacerles dos preguntas que llegan hasta nosotros: “¿Por qué sois tan cobardes? ¿Todavía no tenéis fe?”.

Jesús pregunta y nosotros también podemos escuchar interrogantes en nuestra situación ¿Qué nos está sucediendo a los cristianos? ¿Por qué son tantos nuestros miedos para afrontar estos tiempos cruciales y tan poca nuestra confianza en Jesús? ¿No es el miedo a hundirnos el que nos está bloqueando? ¿No es la búsqueda ciega de seguridad la que nos impide hacer una lectura más lúcida, responsable y confiada de estos tiempos? ¿Por qué nos resistimos a confiar esperanzadamente en el Espíritu que nos está conduciendo a la Iglesia hacia un futuro más fiel a Jesús y a su Evangelio? ¿Por qué buscamos seguridad en lo conocido, en lo establecido en el pasado, y no escuchamos la llamada de Jesús a “pasar a la otra orilla” para sembrar humildemente su Buena Noticia en un mundo indiferente a Dios, pero tan necesitado de esperanza?

Recordemos las preguntas que hoy, a nosotros nos hace Jesús: “¿Por qué sois tan cobardes? ¿Todavía no tenéis fe?”.

 

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