Unidad Pastoral Santa María de Olárizu
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comentario B TO 27 211003
Colocar a la persona en uno u otro grupo. Puede ser de futbol; de política; de religión; de consumo,… lo que importa es colocar a alguien en un grupo. Ahora, lo hacen esos “algoritmos” con cada uno de nosotros. Luego ya se hará lo que haya que hacer con esa información.
Esto actualmente. En la época de Jesús, también. ¿En qué grupo meterle? Y hoy con una cuestión legal: “¿Le es lícito al hombre repudiar a su mujer?”.
No se trata del divorcio actual. Según la Ley de Moisés, el marido podía romper el contrato matrimonial y expulsar de casa a su esposa. La mujer, por el contrario, sometida en todo al varón, no podía hacer lo mismo.
Jesús en su respuesta recuerda el proyecto original de Dios, que está por encima de leyes y normas. Esta ley “machista”, decimos ahora, se ha impuesto en el pueblo judío por la dureza del corazón de los varones, que controlan a las mujeres y las someten a su voluntad.
Jesús ahonda en el misterio original del ser humano. Dios “los creó hombre y mujer”. Los dos han sido creados en igualdad. Dios no ha creado al varón con poder sobre la mujer. No ha creado a la mujer sometida al varón. Entre varones y mujeres no ha de haber dominación por parte de nadie.
Desde esta estructura original del ser humano, Jesús ofrece una visión del matrimonio que va más allá de lo establecido por la Ley. Mujeres y varones se unirán para ser “una sola carne” e iniciar una vida compartida en la mutua entrega, sin imposición ni sumisión.
Este proyecto matrimonial es para Jesús la suprema expresión del amor humano. El varón no tiene derecho alguno a controlar a la mujer como si fuera su dueño. La mujer no ha de aceptar vivir sometida al varón. Es Dios quien los atrae a vivir unidos por un amor libre y gratuito. Jesús concluye de manera rotunda: “Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre”.
Jesús destruye de raíz el fundamento del patriarcado bajo todas sus formas. No al control, no al sometimiento, no a la imposición del varón sobre la mujer. No solo en el matrimonio, sino en cualquier institución civil o religiosa.
La respuesta de Jesús fue importante para los primeros cristianos. Por eso la recuerdan en los evangelios. Es claro que si recordamos la situación de la mujer hace 50, 100 años, en nuestro entorno, la situación de los padres o los abuelos de los que aquí estamos, no se le escuchó ni se aplicó lo que Jesús dijo hace 2000 años.
No es posible abrir caminos al reino de Dios y su justicia sin luchar activamente contra el patriarcado. ¿Reaccionamos en la Iglesia con energía evangélica contra tanto abuso, violencia y agresión del varón sobre la mujer? ¿Defendemos a la mujer de la “dureza de corazón” de los varones? ¿En qué gestos, en qué acciones, en qué compromisos descubrimos que aspiramos a hacer realidad lo que Jesús afirmó?
Guardemos unos momentos de silencio y reflexión.
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