Unidad Pastoral Santa María de Olárizu
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Jesús asiste a un banquete invitado por uno de los principales fariseos de la región. Es una comida especial de día de fiesta, preparada desde la víspera con todo esmero. Como es costumbre, los invitados son amigos del anfitrión, fariseos de gran prestigio, doctores de la Ley, modelo de vida religiosa para todo el pueblo.
Imagino que Jesús no se siente cómodo. Echa en falta a aquellos que le han robado el corazón, los pobres. Esas gentes que encuentra mendigando por las plazas y en los caminos. Los que nunca son invitados por nadie. Los que no cuentan: excluidos de la convivencia, olvidados por la religión, despreciados por casi todos.
Antes de despedirse, Jesús se dirige al que lo ha invitado. Y… no le agradece el banquete, sino que le que propone Jesús, si se toma en serio, sacude la conciencia dl fariseo y le invita a vivir con un estilo de vida menos convencional y más humano: “No invites a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a los vecinos ricos: porque corresponderán invitándote [...] Invita a los pobres, lisiados, cojos y ciegos; y serás bienaventurado, porque no pueden pagarte; te pagarán en la resurrección de los justos”.
Esta vez, Jesús se esfuerza por humanizar la vida rompiendo, cuando hace falta, esquemas y criterios de actuación que nos pueden parecer muy respetables, y que, en el fondo, indican nuestra resistencia a construir ese mundo más humano y fraterno querido por Dios.
De ordinario, vivimos instalados en un círculo de relaciones familiares, sociales, políticas o religiosas con las que nos ayudamos mutuamente a cuidar de nuestros intereses, dejando fuera a quienes nada nos pueden aportar. Invitamos a los que, a su vez, nos pueden invitar. Eso es todo.
Esclavos de unas relaciones interesadas, no somos conscientes de que nuestro bienestar solo se sostiene excluyendo a quienes más necesitan de nuestra solidaridad gratuita para poder vivir.
A los seguidores de Jesús nos recuerda que abrir caminos al reino de Dios no consiste en construir una sociedad más religiosa o en promover un sistema político alternativo a otros también posibles, sino, ante todo, en generar y desarrollar unas relaciones más humanas que hagan posible unas condiciones de vida digna para todos, empezando por los últimos.
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