Unidad pastoral Santa María de Olárizu / Olarizuko Andre Maria Pastoral Barrutia

Viernes 26 de Abril del 2024

comentario C TO27 220925

fano


Jesús había repetido en diversas ocasiones a sus discípulos: “¡Qué pequeña es vuestra fe!”. Ellos no protestan. Saben que tiene razón. Llevan bastante tiempo junto a él.

Lo ven entregado totalmente al proyecto de Dios: solo piensa en hacer el bien; vive para hacer la vida de todos más digna y más humana. ¿Lo podrán seguir hasta el final?

Según Lucas, en una ocasión, los discípulos le dicen a Jesús: “Auméntanos la fe”. Sienten que su fe es pequeña y débil. Necesitan confiar más en Dios y creer más en Jesús. No le entienden muy bien, pero no le discuten. Hacen justamente lo más importante: pedirle ayuda para que haga crecer su fe.

Se habla de creyentes, de no creyentes, de indiferentes como si fueran grupos bien definidos: unos tienen fe, otros no. En realidad, no es así. En el corazón humano hay a la vez, un creyente, un no creyente, un indiferente a Dios, a lo que Dios pide, a lo que los demás necesitan. Eso también los que nos reunimos en el templo que somos como intermitentes si nos preguntamos: ¿somos realmente creyentes? ¿Quién es Dios para nosotros? ¿Lo amamos? ¿Es él quien dirige nuestra vida?

La debilidad de la fe no surge, en la mayoría, por crisis, por experiencias traumáticas, por conflictos irresolubles. La fe se debilita en nosotros sin que nos asalte una duda. Si no la cuidamos, se diluye poco a poco en nuestro interior, para quedar reducida a una costumbre que no nos atrevemos a abandonar por rutina o por si acaso o por vete a saber por qué. Distraídos por mil cosas, ya no acertamos a comunicarnos con Dios. Vivimos prácticamente sin él.

¿Qué podemos hacer? En realidad, no se necesitan grandes cosas. Es inútil que nos hagamos propósitos extraordinarios, pues seguramente no los vamos a cumplir. Lo primero es rezar, como aquel desconocido que un día se acercó a Jesús y le dijo: “Creo, Señor, pero ayúdame en mi incredulidad”. Es bueno repetirlo con corazón sencillo. Dios nos entiende. Él despertará nuestra fe.

No hemos de hablar con Dios como si estuviera lejos de nosotros. Está próximo, cercano. Quizás un camino sencillo es cerrar los ojos y quedarnos en silencio para sentir y acoger su Presencia. Dios no hemos de identificarlo como punto de nuestras reflexiones, Dios no es solo para nuestra cabeza. Es semilla para todo nuestro ser y la semilla nace y crece desde lo íntimo de nuestro ser. Hemos de buscarlo con nuestro corazón.

Lo importante es insistir hasta tener una primera experiencia, aunque sea pobre, aunque solo dure unos instantes. Si un día percibimos que no estamos solos en la vida, si captamos que somos amados por Dios sin merecerlo, todo cambiará. No importa que hayamos vivido olvidados de él. Creer en Dios es antes que nada confiar en el amor que nos tiene.

 

Para ver la hoja de participación de una de las parroquias de la Unidad para este domingo. PINCHA ABAJO.


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