Unidad pastoral Santa María de Olárizu / Olarizuko Andre Maria Pastoral Barrutia

Viernes 29 de Marzo del 2024

comentario C TO31 221106

fano


Jesús no se dedicó a hablar mucho de la vida eterna. No pretende ni atemorizar ni adormecer a nadie haciendo descripciones fantasiosas de la vida más allá de la muerte. Podemos afirmar que toda la vida entera de Jesús despierta esperanza. Él vive aliviando el sufrimiento y liberando del miedo a la gente. El contagia una confianza total en Dios. La pasión de Jesucristo es hacer la vida más humana y dichosa para todos, tal como la quiere el Padre de todos.

Pero cuando un grupo de saduceos se le acerca con la idea de ridiculizar la fe en la resurrección, a Jesús le brota de su corazón creyente la convicción que sostiene y alienta su vida entera: Dios “no es un Dios de muertos, sino de vivos, porque para él, todos están vivos”.

Su fe es sencilla. Es verdad que nosotros lloramos a nuestros seres queridos (y esta semana, con la fiesta de todos los santos, con el día de los difuntos dan señal de ello) porque, al morir, los hemos perdido aquí en la tierra, pero Jesús no puede ni imaginarse que a Dios se le vayan desapareciendo esos hijos suyos a los que tanto ama. No puede ser. En la convicción de Jesus, es más creíble que Dios está compartiendo su vida con ellos, porque los ha acogido en su amor insondable.

Un rasgo inquietante actual es la crisis de esperanza. No sé en qué niebla se ha difuminado el horizonte de un futuro último y las pequeñas ilusiones, esos deseos chiquitines, esas ganas de cosas inmediatas de esta vida no terminan de consolarnos. Este vacío de esperanza tiene sus consecuencias. Está generando en bastantes la pérdida de confianza en la vida. Nada merece la pena. Es fácil entonces que todo de lo mismo, que no encontremos nada que merezca la pena de un esfuerzo, de una renuncia, de un entusiasmo.

En tiempos de niebla, cuando cuesta percibir horizontes y sin brújulas para orientarnos, cuando crece la desesperanza, se nota si tenemos deseos de caminar a la luz o preferimos quedarnos quietos en lo que ya tenemos. Se ve si tenemos deseo,  esperanza de salir de esta situación. Dicho de otro modo, se ve si vivimos con los deseos, preocupaciones, intereses, estilo de Jesús.

Llega el momento de caminar en esa niebla. Así, ese Dios del que muchos dudan, al que bastantes han abandonado y por el que otros siguen preguntando, es el fundamento ultimo en el que apoyamos nuestra confianza radical en la vida.

Así, en cada paso que damos atravesando la niebla, en el interior de nuestros interrogantes y luchas, está Dios como Misterio último de la salvación que andamos buscando.

Pero ¡mirémonos! Quizás no seamos saduceos que negamos pero quizás la fe se nos está quedando ahí, arrinconada en algún lugar de nuestro interior, como algo pequeño, poco importante, que no merece la pena cuidar ya en estos tiempos. Ciertamente, no es fácil creer, y es difícil no creer. Mientras tanto, el misterio último de la vida nos está pidiendo una respuesta lúcida y responsable.

Esta respuesta es decisión de cada uno: o borro de mi vida toda esperanza última más allá de la muerte, porque es una falsa ilusión que no me ayuda a vivir o permanezco abierto al Misterio último de la existencia, confiando que ahí encontraré la acogida y la plenitud que ando buscando ya desde ahora.

Y la pregunta para nosotros cristianos, ¿me fio de Jesús? ¿Para vivir? ¿Para morir?

 

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