Unidad pastoral Santa María de Olárizu / Olarizuko Andre Maria Pastoral Barrutia

Lunes 02 de Junio del 2025

comentario C TP7 220529

fano


Este domingo el evangelista Lucas narra los últimos momentos de Jesús con los suyos. Su despedida antes de entrar definitivamente en el misterio del Padre.

Nunca más será su compañero por los caminos del mundo como lo ha sido en Galilea. Faltará su presencia que nadie podrá sustituir. Marcha el referente de que llegue a todos los pueblos el anuncio del perdón y el estilo y las apuestas de Dios que Jesús ha comunicado con sus palabras, con sus obras. En este momento invita a comunicarlo a todos. Sin exclusiones. Para todos es su llamada a la conversión. Cambio personal y social donde nadie se pierde. Donde la esperanza crece. Donde se vive con la confianza en Dios que comprende y ama a sus hijos sin fin. ¿Quién podrá anunciar esta Buena Noticia?

El relato de Lucas, no habla de sacerdotes ni obispos. Tampoco de doctores o teólogos. Habla de “testigos”. Esto es lo primero: “Vosotros sois testigos de esto”. Serán los testigos de Jesús los que comunicarán su experiencia de un Dios bueno y contagiarán su estilo de vida trabajando por un mundo más humano.

Ser testigos no es ser perfectos. Y ser discípulos muchas veces va unido a personas débiles y cobardes. No tenemos más que mirarnos a nuestra comunidad, a nuestra Unidad Pastoral ¿Dónde encontrarán la audacia para ser testigos de alguien que ha sido crucificado por el representante del Imperio y los dirigentes del Templo? Jesús no da cosecha segada sino buena simiente: “Yo voy a enviar sobre vosotros la promesa de mi Padre”. No les va a faltar la “fuerza que viene de lo alto”. El Espíritu de Dios será su compañero. Le toca al grupo de los discípulos, a cada seguidor de Jesús darle acogida en su vida.

El evangelista Lucas describe su partida de este mundo de manera grafica, que se plasma en imágenes piadosas que quizás difuminan la intensidad, la tensión, el reto y la esperanza que lleva en sí: Jesús vuelve al Padre levantando sus manos y bendiciendo a sus discípulos. Es su último gesto. Jesús entra en el misterio insondable de Dios, y sobre el mundo desciende su bendición.

Los cristianos, con frecuencia, no nos comportamos como portadores de esa bendición de Jesús. Y es que somos espejos de la bondad de Dios, tenemos la simiente para reflejar viva la esperanza, proyectar acción transformadora ante el poder del mal. Este mundo, que a veces parece un “infierno condenado y sin salida”, no está perdido. Dios lo mira con ternura y compasión.

Somos espejos… rotos o enteros, nítidos o rallados, de buena o mala calidad; hoy es posible hacer el bien, difundir bondad. Es posible trabajar por un mundo más humano y una convivencia más sana. Podemos ser más solidarios y menos egoístas. Más austeros y menos esclavos del dinero. La misma crisis económica nos puede llevar a buscar una sociedad menos corrupta. Ser activos y lucidos buscadores de verdades y de la verdad ante tanta consigna, tanta palabra, tanto discurso que, se intuye, pretenden descalificar al otro como forma de postularse uno.

Jesús es una bendición, y la gente lo tiene que saber. Quizás nos falta ofrecer una “pastoral de la bondad”.

El congreso en Madrid haga caso o no. No sé si cayendo en el “buenismo” o no, pero en estos días Caritas Vitoria junto con otros grupos está recogiendo firmas. Evitando el efecto llamada quiere que se aclare la situación de muchas personas migradas que existen en un limbo legal en España. Caritas quiere contar con el apoyo, con el nombre, los apellidos, el DNI y firma de 3.000 personas. ¿Lo conseguirá? ¿Lo conseguiremos? El día del corpus, en nuestra Unidad Pastoral nos uniremos a ello. Os avisaremos el domingo anterior. Hemos de sentirnos testigos y profetas de ese Jesús que pasó su vida sembrando gestos y palabras de bondad. Así despertó en las gentes de Galilea la esperanza en un Dios bueno y salvador. Jesús es una bendición, y la gente lo tiene que conocer.


Para ver la hoja de este domingo de la Ascensión de una de las parroquias de la Unidad. PINCHA ABAJO.


ORACION

Tú elevas, Señor, mi corazón contigo.

Tú bajaste primero sin miedo a la oscuridad y profundidad de nuestras depresiones.

Bajaste hasta la cueva, hasta la aldea, la insignificancia del trabajo y de la gente, hasta el río, como un cualquiera, y te sumergiste en los abismos insondables del pecado y la tristeza.

Bajaste hasta la cruz: -¿Fue aquello bajada o ascensión?-

Bajaste hasta la tumba, hasta la muerte, hasta las simas angustiosas del infierno, de la nada.


Y Dios te levantó, te revistió de luz gloriosa, como aquella del Tabor, pero ahora para siempre. Te levantó de la tierra.

Y te elevas, Cristo mío, flecha viva, incandescente, águila real, majestuosa, pura energía del Espíritu.

Con tu ascensión gloriosa rompe nuestros círculos mortales, las leyes todas de la gravedad, los lazos que nos atan de la tierra.

Tu ascensión supera nuestras tendencias decadente, depresivas, nuestras inclinaciones forzadas, nuestras rutina y conformismos, nuestra costumbre de mirar hacia abajo, buscando tesoros y alimentos.

Tu ascensión abre horizontes, el camino de la transcendencia, la ruta de la libertad, el sendero de la dicha.


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