Unidad Pastoral Santa María de Olárizu
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Gozos y sinsabores, logros y fracasos, luces y sombras entretejen nuestro vivir diario, nos llenan de vida o agobian nuestro corazón. Así es la vida hecha de múltiples experiencias y vivencias.
Con frecuencia, no somos capaces de percibir todo lo que hay en nosotros mismos. Lo que captamos con nuestra conciencia es solo una pequeña isla en el mar mucho más amplio y profundo de nuestra vida. A veces se nos escapa incluso lo más esencial y decisivo.
Leonardo Boff tiene una interesante definición de experiencia. Y creo que los creyentes hemos de ser testigos de una experiencia concreta. La experiencia espiritual. «experiencia» radicalmente diferente que se da siempre en nosotros, aunque pase muchas veces inadvertida: la presencia viva del Espíritu de Dios, que trabaja desde dentro de nuestro ser.
Una experiencia que queda casi siempre como encubierta por otras muchas vivencias que ocupan nuestro tiempo y nuestra atención. Una presencia que queda como reprimida y oculta bajo otras impresiones y preocupaciones que se apoderan de nuestro corazón.
Casi siempre nos parece que lo grande y gratuito tiene que ser siempre algo poco frecuente, pero, cuando se trata de Dios, no es así.
No nos equivoquemos pensando que esa presencia viva del Espíritu es algo reservado más bien a personas elegidas y selectas. Como si fuera una experiencia propia de creyentes privilegiados.
El Espíritu de Dios está siempre vivo en el corazón del ser humano, pues el Espíritu es comunicación del mismo Dios en lo más íntimo de nuestra existencia. Ese Espíritu de Dios se comunica y regala, incluso, allí donde aparentemente no pasa nada. Es posible que el día de San Ignacio hablemos de esa experiencia en él. Allí donde se acepta la vida y se cumple con sencillez la obligación pesada de cada día.
El Espíritu de Dios trabaja silenciosamente en el corazón de la gente normal y sencilla, en contraste con el orgullo y las pretensiones de quienes se sienten en posesión del Espíritu.
La fiesta de Pentecostés es una invitación a buscar esa presencia del Espíritu de Dios en todos nosotros, no para presentarla como un trofeo que poseemos frente a otros que no han sido elegidos, sino para acoger a ese Dios que está en la fuente de toda vida, por muy pequeña y pobre que nos pueda parecer a nosotros.
El Espíritu de Dios es de todos, porque el amor inmenso de Dios no puede olvidar ninguna lágrima, ningún gemido ni anhelo que brota del corazón de sus hijos.
Si quieres ver la hoja de participación de una de las parroquias de la Unidad Pastoral Santa María de Olárizu para este domingo de Pentecostés. PINCHA ABAJO