Unidad pastoral Santa María de Olárizu / Olarizuko Andre Maria Pastoral Barrutia

Viernes 09 de Mayo del 2025

comentario To 23 A 230910

fano


Hay palabras, hay promesas que se graban en el corazón, que nos mueven y nos llenan de esperanza.

No sé si se nos han grabado unas palabras de quien nos ama con locura: «Donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos».

Jesús no está pensando en celebraciones masivas, como las de la plaza de San Pedro en Roma. Es más, el papa, en el viaje de esta semana pasada a Mongolia, país diminuto con un grupo ínfimo de católicos (creo que en todo el país hay en total 1.500,) algo nos dice de números. Pero Jesus va más allá. Aunque solo sean dos o tres, allí está él en medio de ellos. No es necesario que esté presente la jerarquía; no hace falta que sean muchos los reunidos. Lo importante es que «estén reunidos», no dispersos ni enfrentados: que no vivan descalificándose unos a otros. Lo decisivo es que se reúnan «en su nombre»; que escuchen su llamada, que vivan identificados con su proyecto del reino de Dios. Que Jesús sea el centro de su pequeño grupo.

Esta presencia viva y real de Jesús es la que ha de animar, guiar y sostener a las reducidas comunidades de sus seguidores. Es Jesús quien ha de alentar nuestra oración, nuestras celebraciones, proyectos y actividades. Esta presencia es el «secreto» de toda comunidad cristiana viva.

Los cristianos no podemos reunirnos hoy en nuestros grupos y comunidades de cualquier manera: por costumbre, por inercia o para cumplir unas obligaciones religiosas. Seremos más o seremos menos o, simplemente pocos. Pero lo importante es que nos reunamos en su nombre, atraídos por su persona y por su proyecto de hacer un mundo más humano.

Hemos de reavivar la conciencia de que somos comunidades de Jesús. Nos reunimos para escuchar su Evangelio, para mantener vivo su recuerdo, para contagiarnos de su Espíritu, para acoger en nosotros su alegría y su paz, para anunciar su Buena Noticia.

El futuro de la fe cristiana entre nosotros dependerá en buena parte de lo que hagamos los cristianos en nuestras comunidades concretas las próximas décadas. No basta lo que pueda hacer el papa Francisco en el Vaticano. Tampoco podemos poner nuestra esperanza en el puñado de sacerdotes que puedan ordenarse los próximos años. Nuestra única esperanza es Jesucristo.

Somos los creyentes que ahora estamos los que hemos de centrar nuestras comunidades cristianas en la persona de Jesús como la única fuerza capaz de regenerar nuestra fe gastada y rutinaria. El único capaz de atraer a los hombres y mujeres de hoy. El único capaz de engendrar una fe nueva en estos tiempos de incredulidad. La renovación de las instancias centrales de la Iglesia es urgente. La apuesta sinodal, quizá, renovadora y trasformadora de la iglesia. Y, entre lo decisivo, lo subraya el evangelio que hemos oído, sabernos convocados por él.

 

Si quieres ver la hoja de participación de una de las parroquias de nuestra Unidad Pastoral para este domingo de septiembre. PINCHA ABAJO


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