Unidad pastoral Santa María de Olárizu / Olarizuko Andre Maria Pastoral Barrutia

Jueves 25 de Abril del 2024

comentario Tp8 A 230528

fano


Hace algunos años, alguien dijo que un serio problema de la Iglesia es «seguir tirando con una resignación y un tedio cada vez mayores por los caminos habituales de una mediocridad espiritual».

El problema no ha hecho sino agravarse estas últimas décadas y, después de la pandemia, se notan con más claridad sus consecuencias. De poco han servido los intentos de reforzar las instituciones, salvaguardar la liturgia, vigilar la ortodoxia, mantener el código de derecho canónico y sus instituciones, reclamar lo que antes teníamos. En el corazón de muchos cristianos se está apagando la experiencia interior de Dios.

La sociedad moderna ha apostado por lo «exterior». Todo nos invita a vivir desde fuera. Todo nos presiona para movernos con prisa, sin apenas detenernos en nada ni en nadie. La paz ya no encuentra resquicios para penetrar hasta nuestro corazón. Vivimos casi siempre en la corteza de la vida. Se nos está olvidando qué es saborear la vida desde dentro. Para ser humana, a nuestra vida le falta hoy una dimensión esencial: la interioridad.

Es triste observar que tampoco en las comunidades cristianas sabemos cuidar y promover la vida interior. Se demandan, se priorizan otras cosas, actividades, personas… Muchos no saben lo que es el silencio interior, no se enseña a vivir la fe desde dentro. Privados de experiencia interior, sobrevivimos olvidando nuestra alma: escuchando palabras con los oídos y pronunciando oraciones con los labios mientras nuestro corazón está ausente.

En la Iglesia se habla mucho de Dios, pero, la iglesia, es el grupo que habla con Dios. Tenemos momentos de silencio para acallar ruidos y demandas y acoger su palabra, su silencio, su presencia. En la iglesia hablamos poco del Espíritu, pero necesitamos silencio para percibir su brisa, calma para decirle personalmente “¡ven Espíritu Santo!”. En la iglesia vivimos muchas realidades, la alegría y la tristeza de las personas, las realidades de organizaciones como Cáritas y sus respuestas, los encuentros con migrantes… pero nuestro reto como iglesia es vivirlo en comunión con el Misterio de Dios desde dentro.

Para acoger a Dios en nuestro interior hemos de trenzar varios hilos. Entre ellos: no colocar a Dios siempre lejos y fuera de nosotros, por ejemplo, aprender a escucharlo en el silencio del corazón. Otro: bajar a Dios de la cabeza a lo profundo de nuestro ser, es decir, dejar de pensar en Dios solo con la mente y aprender a percibirlo en lo más íntimo de nosotros.

Y, sin duda, hay más.

Esta experiencia interior de Dios, real y concreta, puede transformar nuestra fe. Una transformación indispensable en esta época de cambios necesarios y obligados. Es posible encontrar a Dios en nosotros en medio de una cultura secularizada.

Es posible también hoy conocer una alegría nueva y diferente. Hay que apostar y esforzarse, ante otras carencias que descentran de la fe en Dios en medio de la agitación y frivolidad de la vida moderna, que no ayudan, aunque sea de manera humilde y sencilla, a vivir alguna experiencia interior del Misterio de Dios.

 

Si quieres ver la hoja de participación de una de las parroquias de la Unidad Pastoral Santa María de Olárizu para este domingo de Pentecostés. PINCHA ABAJO.


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