Unidad pastoral Santa María de Olárizu / Olarizuko Andre Maria Pastoral Barrutia

Jueves 21 de Noviembre del 2024

Firmas contra los desahucios

Campaña firmas
 
 
En nuestra Unidad Pastoral 419 personas han dado su firma en apoyo de la Iniciativa Legislativa Popular en contra de los desahucios.
 
Todas las firmas fueron entregadas ayer a Caritas, una los colectivos que promovía esta campaña.
 
Añadimos el documento que curas, religiosos y misioneros de la región de Murcia (Diocesis de Cartagena) han hecho público.
 

 

EN EL NOMBRE DE DIOS ¡BASTA YA DE DESAHUCIAR A LAS FAMILIAS!

"No negarás justicia al pobre" (Ex 23,6)

A los políticos, banqueros y a todos aquellos que participan directa o indirectamente en el desahucio de viviendas:

La crisis financiera está llevando a miles de familias a tener grandes dificultades para pagar la hipoteca de su vivienda. La vivienda no es sólo ladrillo y cemento, es un hogar donde se ha materializado un proyecto familiar, es un espacio en el que todo adquiere un significado afectivo y existencial: el amor de la pareja, los momentos felices y duros, el nacimiento de un hijo... Es el lugar vital donde la familia encuentra el cariño, el descanso y la tranquilidad.

Las familias han ido pagando sus hipotecas mientras han tenido un trabajo. La pérdida de éste les ha supuesto no poder cumplir con la cantidad mensual establecida. Esto ha hecho que los bancos y cajas, los cuales han sido unos de los causantes fundamentales de esta crisis, a través de demandas judiciales para desahuciar, estén provocando un sufrimiento a la sociedad en aras de los beneficios. En estas actuaciones muestran que el sistema financiero no tiene corazón. Los bancos y las cajas han recibido muchísimo dinero público para tapar sus agujeros, que ellos mismos han provocado buscando el máximo beneficio y rápido. Estas demandas judiciales tienen amparo legal en la Ley Hipotecaria, que no defiende ni ampara a la persona ni a la familia. Muchas familias han sido echadas a la calle, con el agravante de no concederles la dación en pago (cancelación de la hipoteca con la entrega de la vivienda), lo cual los deja sin futuro. No pueden volver a reiniciar sus vidas ¿Qué futuro pueden darles a sus hijos si están en paro o con un trabajo precario y además con una deuda de miles de euros?

Pedimos a los bancos y cajas que no ejerzan la demanda de desahucio, sino que busquen soluciones con las familias y las administraciones, que permitan a las familias poder seguir disfrutando de su hogar. En este sentido, valoramos el trabajo y el compromiso de las plataformas de afectados por la hipoteca.

También, pedimos a los jueces, secretarios/as judiciales, comisiones judiciales y fuerzas de orden público una gran sensibilidad y respeto ante estas situaciones. Que sus actuaciones no supongan un mayor sufrimiento a las familias. Que no olviden que echar a una familia a la calle sepulta la dignidad humana, por muy legal que sea.

Exigimos a los gobernantes que estén al servicio de los ciudadanos y del bien común (cf. Caritas in Veritate, 36). Es escandalosa la sumisión de la política a la economía. Que cambien ya la ley, que paralicen los desahucios ante esta situación social, concedan por ley la dación en pago y se establezca el alquiler social. Miles de familias viven hacinadas, con todo lo que supone, en casas de sus padres y otros familiares. El derecho a la vivienda, además de ser un derecho constitucional y un Derecho Humano, está recogido ampliamente por la Doctrina Social de la Iglesia. Así por ejemplo en la Carta de los derechos de la familia de 1983 en el art. 11 se recoge: La familia tiene derecho a una vivienda decente, apta para la vida familiar, y proporcionada al número de sus miembros, en un ambiente físicamente sano que ofrezca los servicios básicos para la vida de la familia y de la comunidad (cf. también Familiaris Consortio, 46; Pacem in Terris, 11). Les exigimos a los políticos que protejan a las familias.

Por último, pedimos que todos pongamos en el centro de nuestras actuaciones y decisiones a la persona y su dignidad, porque el ser humano no es mercancía, sino que es el centro y fin de toda la vida económica y social (Caritas in Veritate, 25). Desde la fe cristiana consideramos a cualquier persona imagen de Dios y por tanto, merecedora de respeto, justicia y fraternidad.