Unidad Pastoral Santa María de Olárizu
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comentario a ta4 251221

Hay personas que conocemos por el mote y algunos lo clavan, señalan características de la persona el sobrenombre tiene, a veces, algo de caricatura, exagerando características, o habla del trabajo, de la familia,….
Hoy tenemos una persona, Jesús, y un mote «Emmanuel» así le llama el evangelio de Mateo. Los católicos estamos acostumbrados a oírlo en Navidad y en villancicos. Y hace 2000 años, podía chocar, extrañar poner como apodo, como sobrenombre a alguien «Dios con nosotros». Pues este apodo tiene mucho que ver con nuestra fe y con la Navidad.
Ese misterio último que nos rodea por todas partes y que los creyentes llamamos «Dios» no es algo lejano y distante. Está con todos y cada uno de nosotros. Lo decimos, lo repetimos. Cosa diferente es si lo creemos, si lo vivimos.
A los cristianos no se nos ha enseñado a percibir la presencia del misterio de Dios. Ni en la realidad, ni en la comunidad, ni en su Palabra, ni en los sacramentos, ni en los demás, ni en los necesitados, hoy que recordamos a Caritas en nuestra colecta también hay que recordarlo. Para algunos puede ser una obra de caridad, para nosotros, creo que más acertadamente, es una expresión de fe.
También podemos percibir la presencia del misterio de Dios en nosotros mismos. Muy diferente de imaginarlo en algún lugar indefinido y abstracto del universo.
El misterio de Dios tiene, sin duda, sus caminos para hacerse presente en cada vida. Creo que se puede decir que, en la cultura actual, si no lo experimentamos de alguna manera vivo dentro de nosotros, difícilmente lo hallaremos fuera. Y, si percibimos su presencia en nosotros será posible percibir su presencia en nuestro entorno.
¿Es posible experimentar a Dios vivo en nosotros? Un camino es saber estar con los ojos cerrados y en silencio apacible, acogiendo con un corazón sencillo esa presencia misteriosa que nos está alentando y sosteniendo. No se trata de pensar en eso, sino de estar «acogiendo» la paz, la vida, el amor, el perdón... que nos llega desde lo más íntimo de nuestro ser.
Estar en silencio, con acogiendo… requiere tiempo. Lo primero que nos encontramos suelen ser nuestros miedos y preocupaciones, nuestras heridas y tristezas, nuestra mediocridad y nuestro pecado. No hemos de inquietarnos, sino permanecer en el silencio. Hay que aguantar y quitar mucha zarza para hallar el sendero bueno. La presencia amistosa que está en el fondo más íntimo de nosotros nos irá apaciguando, liberando y sanando.
Se acercan las fiestas de la navidad, para no pocos las fiestas de invierno y, nosotros comprendemos que, «esta experiencia del corazón es la única con la que se puede comprender el mensaje de fe de la Navidad: Dios se ha hecho hombre». El misterio último de la vida es un misterio de bondad, de perdón y salvación, que está con nosotros: dentro de todos y cada uno de nosotros. Si lo acogemos en silencio conoceremos la alegría de la Navidad.
Si quieres ver la hoja de participación de una de las parroquias de la Unidad Pastoral Santa María de Olárizu para este último domingo de adviento. PINCHA ABAJO.