Unidad pastoral Santa María de Olárizu / Olarizuko Andre Maria Pastoral Barrutia

Domingo 28 de Abril del 2024

comentario B TC3 240303

fano


Hay algo inhumano en nuestra sociedad occidental del primer mundo rico que nunca denunciaremos bastante. Vivimos en una civilización que tiene como eje de pensamiento y criterio de actuación la convicción expresada o no de que lo importante y decisivo no es lo que uno es, sino lo que uno tiene. He leído y muchos estaremos de acuerdo que el dinero “trae consigo tres ventajas fundamentales: primero, el goce del poder que presta al hombre; segundo, la posesión real de todas las cosas que pueden comprarse con dinero; tercero, el prestigio o respeto de que goza el rico gracias a su riqueza”.

Cuántas personas, viven convencidas que, en un grado u otro, lo decisivo, lo importante y definitivo, es ganar dinero, adquirir un bienestar material, lograr un prestigio económico.

Los hombres y mujeres de la cultura occidental ejercemos de materialistas y, a pesar de proclamas de libertad, justicia o solidaridad, apenas nos mueve en otra cosa que no sea el dinero. Se puede entender así los apoyos y los silencios en las guerras que afectan nuestros informativos en Gaza o en Ucrania y las que desconocemos en Africa.

Nos mueve el dinero, tenemos más que muchos en el mundo y, sin embargo, hay poca gente feliz. Con dinero se puede montar un piso agradable, pero no crear un hogar cálido. Con dinero se puede comprar una cama cómoda, pero no un sueño tranquilo. Con dinero se pueden adquirir nuevas relaciones, pero no despertar una verdadera amistad. Con dinero se puede comprar placer, pero no felicidad. Pero los creyentes hemos de recordar algo más. El dinero abre todas las puertas, ¿todas? No. Nunca abre la puerta de nuestro corazón a Dios.

No estamos acostumbrados los cristianos a la imagen violenta de un Mesías fustigando a las gentes. Y, sin embargo, esa es la reacción de Jesús al encontrarse con hombres que, incluso en el templo, no saben buscar otra cosa que no sea su propio negocio.

El templo deja de ser lugar de encuentro con el Padre cuando nuestra vida es un mercado donde solo se rinde culto al dinero. Y no puede haber una relación de hijo con Dios Padre cuando nuestras relaciones con los demás, con los hermanos, están mediatizadas solo por intereses de dinero. Imposible entender algo del amor, la ternura y la acogida de Dios cuando uno solo vive buscando bienestar. No se puede servir a Dios y al Dinero.

 

Si quieres ver la hoja de participación de una de las parroquias de la Unidad Pastoral para este tercer domingo de cuaresma. PINCHA ABAJO.


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