Unidad pastoral Santa María de Olárizu / Olarizuko Andre Maria Pastoral Barrutia

Sábado 31 de Agosto del 2024

comentario B TO16 240721

fano


Los detalles dicen mucho, también en el Evangelio. Jesús se dirige en barca con sus discípulos hacia un lugar tranquilo y retirado. Quiere escucharlos con calma, han vuelto cansados de su primera correría evangelizadora y desean compartir su experiencia con Jesucristo que los ha enviado.

El propósito de Jesús queda frustrado. La gente descubre su intención y se le adelanta corriendo por la orilla. Cuando llegan al lugar, se encuentran con una multitud venida de las aldeas del entorno. Y Jesús reacciona.

Los discípulos lo recordaron y nosotros podemos aprender y actuar en ese mismo estilo. Aprender a tratar a la gente como lo hizo Jesús con esas personas perdidas en el anonimato, de las que nadie se preocupa. “Al desembarcar, Jesús vio una multitud y se compadeció de ella, porque andaban como ovejas que no tienen pastor; y se puso a enseñarles muchas cosas”.

Lo primero que destaca el evangelista es la mirada de Jesús. Esa mirada que nos acompaña en el lema de este bienio “mira como Jesus- Jesusen antza begiratu”. Mirada que hemos concretado en encuentros sinodales junto con toda la diócesis y en los que nos han ayudado a poner nombre a nuestro pasado y a nuestro futuro. Esa mirada que hemos procurado, en espíritu de oración, que fuese al modo del nazareno. Jesús no se irrita porque hayan interrumpido sus planes. Los mira detenidamente y se conmueve. Nunca le molesta la gente. Su corazón intuye la desorientación y el abandono en que se encuentran los campesinos de aquellas aldeas.

En la Iglesia hemos de crecer en esa mirada a la gente como la miraba Jesús: captando el sufrimiento, la soledad, el desconcierto o el abandono que sufren muchos. La compasión no brota de la atención a las normas o el recuerdo de nuestras obligaciones. Se despierta en nosotros cuando miramos atentamente a los que sufren.

Desde esa mirada, Jesús discierne la necesidad más profunda de aquellas gentes: andan “como ovejas sin pastor”. La enseñanza que reciben de los letrados de la Ley no les ofrece el alimento que necesitan. Viven sin que nadie cuide realmente de ellas. No tienen un pastor que las guíe y las defienda.

Movido por su compasión, Jesús “se pone a enseñarles muchas cosas”. Podemos imaginar que les enseña la Buena Noticia de Dios con calma, sin prisas, con paciencia. No lo hace por obligación. No piensa en sí mismo. Les comunica la Palabra de Dios, conmovido por la necesidad que tienen de un pastor.

Si miramos a nuestro derredor, no parece momento de gente que busque. No parece época de personas que necesiten otra cosa que trabajo digno y móvil para resolver los problemas de su vida. No parece momento en el que la gente exprese necesidad de profundidad. Pero tampoco Jesús, que a algunos llamó la atención, era lo que se llevaba en el imperio romano de la época.

Hemos de estar atentos a quienes andan buscando un alimento más sólido que el que recibe. No aceptemos como normal la desorientación religiosa dentro de la Iglesia. Esa que llega hasta algún convento de clausura. Hemos de reaccionar de manera lúcida y responsable. Cuidar cómo alimentamos nuestra fe y qué y cómo facilitamos a los demás para que alimenten mejor su fe. Necesitan testigos que transmitan el mensaje de Jesús.