Unidad pastoral Santa María de Olárizu / Olarizuko Andre Maria Pastoral Barrutia

Domingo 01 de Setiembre del 2024

comentario B TO18 240804

fano


Dos años largos… y la iglesia no soluciona la guerra de Ucrania. Un siglo y el Evangelio no frena las matanzas en palestina, en gaza, en la tierra de Jesucristo… El evangelio de Juan habla de un diálogo de interés que Jesús mantiene con una muchedumbre a orillas del lago Galilea.

El día anterior han compartido con Jesús una comida sorprendente y gratuita. Han comido pan hasta saciarse. Un “chollo” así no se deja escapar. Buscan que Jesús repita su gesto y los vuelva a alimentar gratis.

Jesús los desconcierta con un planteamiento inesperado: “Trabajad no por el alimento que perece, sino por el alimento que perdura para la vida eterna”. Trabajad no es despreocuparse por el pan de cada día, el indispensable pan de cada día. Lo necesitamos y debemos trabajar para que nunca le falte a nadie. Jesús lo sabe. El pan es lo primero. Sin comer no podemos subsistir. Por eso se preocupa tanto de los hambrientos y mendigos, que no reciben de los ricos ni las migajas que caen de su mesa. Por eso anuncia un futuro lejos de Dios a los terratenientes que acumulan el grano sin pensar en los pobres. Por eso enseña a sus seguidores a pedir cada día al Padre pan para todos sus hijos.

Pero Jesús quiere despertar en ellos un hambre diferente. Les habla de un pan que no sacia solo el hambre de un día, sino el hambre y la sed de vida que hay en el ser humano. Hemos de estar alerta con los sucedáneos que crean dependencia y amnesia del prójimo. Esa que nos hace olvidar que hay un hambre de justicia para todos, un hambre de libertad, de paz, de verdad. Jesús se presenta como ese Pan que nos viene del Padre no para hartarnos de comida, sino para dar “vida al mundo”.

Este Pan venido de Dios da la vida eterna. Los alimentos que comemos cada día nos mantienen vivos durante años, pero llega un momento en que no pueden defendernos de la muerte. Es inútil que sigamos comiendo. No nos pueden dar vida más allá de la muerte.

Jesús se presenta como “el pan de la vida”. Cada uno ha de decidir cómo quiere vivir y cómo quiere morir. Pero quienes nos llamamos seguidores suyos hemos de saber que creer en Cristo es alimentar en nosotros una fuerza imperecedera, empezar a vivir algo que no acabará en nuestra muerte. Sencillamente, seguir a Jesús es entrar en el misterio de la muerte sostenidos por su fuerza resucitadora.

Al escuchar sus palabras, yo quiero imaginar que, con deseo, como podemos hacer nosotros, aquellas gentes de Cafarnaún le piden desde lo hondo de su corazón: “Señor, danos siempre de este pan”. Desde nuestra fe vacilante, a veces nosotros no nos atrevemos a pedir algo semejante. Quizá solo nos preocupa la comida de cada día. Y a veces solo la nuestra.