Unidad pastoral Santa María de Olárizu / Olarizuko Andre Maria Pastoral Barrutia

Viernes 04 de Octubre del 2024

comentario B TO26 240922

fano


Camino de Jerusalén, Jesús sigue instruyendo a sus discípulos sobre el final que le espera. Insiste, será entregado en manos de los hombres y estos lo matarán. Jesús no acaba aquí, anuncia una rendija a la esperanza, Dios lo resucitará. Marcos dice que “no entendían lo que decía, y les daba miedo preguntarle”. No es difícil sumar a aquellos discípulos a la pobreza de muchos cristianos de todos los tiempos. No entendemos a Jesús y nos da miedo ahondar en la persona de Jesús y en lo que nos comunica.

Al llegar a Cafarnaún, Jesús les pregunta: “¿De qué discutíais por el camino?”. Los discípulos callan. Están avergonzados. Marcos dice que, por el camino, habían discutido sobre quién era el más importante. Ciertamente es vergonzoso ver a Jesús, que camina hacia la muerte, acompañado por un grupo de discípulos con estúpidas ambiciones. ¿De qué discutimos hoy en la Iglesia, en nuestra Unidad Pastoral Santa María de Olárizu, mientras decimos seguir a Jesús?

Una vez en casa, Jesús les ofrece unos criterios. Los necesitan. Estas son sus primeras palabras: “Quien quiera ser el primero que sea el último de todos y el servidor de todos”. En el grupo que sigue a Jesús, el que quiera sobresalir y ser más que los demás ha de ponerse el último; en el lugar para ver qué necesitan y podrá ser servidor de todos.

La verdadera grandeza consiste en servir. Para Jesús, el primero no es el que ocupa un cargo de importancia, sino quien vive sirviendo y ayudando a los demás. Los primeros en la Iglesia no son los jerarcas, sino esas personas sencillas que viven ayudando a quienes encuentran en su camino. No hemos de olvidarlo.

Para Jesús, su Iglesia es un espacio donde todos piensan en los demás y hay que prepararse para que así sea. Una comunidad donde estamos atentos a quien más nos necesita. No es sueño irrealizable de Jesús. Para él es tan evidente que les pone un ejemplo gráfico.

Se sienta y llama a sus discípulos. Luego acerca un niño y lo pone en medio de todos para que fijen su atención en él. En el centro de la Iglesia ha de estar siempre ese niño, símbolo de las personas débiles y desvalidas: los necesitados de acogida, apoyo y defensa.

Luego Jesús abraza al niño. Quiere que los discípulos lo recuerden siempre así: identificado con los débiles. Mientras tanto les dice: “El que acoge a un niño como este en mi nombre me acoge a mí; y el que me acoge a mí acoge, no me acoge a mí, sino al que me ha enviado”. Quizás, además del crucificado, de la Virgen, de San Ignacio,… debiéramos tener una imagen que represente a ese niño. Un necesitado a quien pedir que nuestra mirada sea como Jesús… y nuestro comportamiento también. Los descartados de la sociedad no han de estar fuera, lejos de la Iglesia de Jesús. Han de ocupar el centro de nuestra atención.

La enseñanza de Jesús es clara: el camino para acoger a Dios es acoger a su Hijo Jesús presente en los pequeños, los indefensos, los pobres y desvalidos.