Unidad Pastoral Santa María de Olárizu
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comentario c TC2 250316
Cada época tiene su estilo, sus tradiciones, sus ropajes, su forma de hablar… durante muchos siglos ha cambiado muy poco.
El siglo veinte dio un gran vuelco y este cuarto de siglo 21… ¡tela lo que está cambiando!
Los cristianos de otros tiempos se han sentido atraídos por la escena de “«la transfiguración del Señor»”. A nosotros, cogidos por la cultura moderna, se nos hace duro penetrar en el significado de un relato escrito y narrado con imágenes y recursos literarios propios de una «teofanía» o revelación de Dios.
¡Menos mal! el evangelista Lucas pone detalles que nos permiten introducirnos en el mensaje de un episodio que a muchos resulta hoy extraño e inverosímil. Nos indica que Jesús sube con sus discípulos más cercanos a lo alto de una montaña sencillamente «para orar», no para contemplar una transfiguración.
Todo sucede durante la oración de Jesús: «Mientras oraba, el aspecto de su rostro cambió». Jesús, orando y orante, acoge la presencia de su Padre, y su rostro cambia. Los discípulos perciben algo de su identidad más profunda y escondida, algo que no pueden captar en la vida ordinaria de cada día.
En la vida de los seguidores de Jesús no faltan momentos de claridad y certeza, de alegría y de luz. Ignoramos lo que sucedió en lo alto de aquella montaña, pero sabemos que en la oración y el silencio es posible vislumbrar, desde la fe, algo de la identidad oculta de Jesús. Esta oración es fuente de un conocimiento que no es posible obtener de los libros.
Sigamos con los detalles. Lucas dice que los discípulos apenas se enteran de nada, que «se caían de sueño» y solo cuando «se espabilaron» captaron algo. Pedro solo sabe que allí se está muy bien, y que esa experiencia no debería terminar nunca. Lucas dice que «no sabía lo que decía».
Y llegamos al final como en las películas. Emoción, suspense, aclaración. Los discípulos se ven envueltos en una nube. Se asustan, pues todo aquello los sobrepasa. De aquella nube sale una voz: «Este es mi Hijo, el Elegido; escuchadlo». La escucha ha de ser la primera actitud de los discípulos.
¿Qué nos dice? Los cristianos necesitamos «interiorizar» nuestra religión si queremos reavivar nuestra fe. No basta oír el evangelio de manera distraída, rutinaria y gastada, sin deseo alguno de escuchar. No basta tampoco una escucha inteligente preocupada solo de entender.
Necesitamos escuchar a Jesús vivo en lo más íntimo de nuestro ser. A todos, predicadores y pueblo fiel, nos propone la nube escuchar su Buena Noticia de Dios, no desde fuera, sino desde dentro. Dejar que sus palabras pasen de oídas a escuchadas, que descienda la escucha de nuestras cabezas hasta el corazón. Esas palabras de Jesús no quedarían en nuestro corazón. Llegarían a toda nuestra existencia y a todas las dimensiones de nuestra vida y, sin duda, nuestra fe sería más fuerte, más gozosa, más contagiosa.
Si quieres ver la hoja de participación de una de las parroquias de la Unidad Pastoral Santa María de Olárizu para este segundo domingo de cuaresma. PINCHA ABAJO.