Unidad pastoral Santa María de Olárizu / Olarizuko Andre Maria Pastoral Barrutia

Sábado 02 de Agosto del 2025

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fano

Cada vez conocemos mejor la situación social y económica que Jesús vivió en la Galilea de los años treinta del siglo I. Mientras en las ciudades de Séforis y Tiberíades crecía la riqueza, en las aldeas aumentaba el hambre y la miseria. Mientras los campesinos se quedaban sin tierras, los terratenientes construían silos y graneros cada vez más grandes.

En un pequeño relato conservado por Lucas, Jesús revela qué piensa de aquella situación tan contraria al proyecto querido por Dios de un mundo más humano para todos. No narra esta parábola solo para denunciar los abusos y atropellos que cometen los terratenientes, sino para desenmascarar la insensatez en que viven instalados.

Un rico terrateniente se ve sorprendido por una gran cosecha y piensa cómo gestionar esa abundancia. «¿Qué haré?». Su monólogo nos descubre la lógica insensata de los poderosos, que solo viven para acaparar riqueza y bienestar, excluyendo de su horizonte a los necesitados.

El rico de la parábola planifica su vida y toma decisiones. Destruirá los viejos graneros y construirá otros más grandes. Almacenará allí toda su cosecha. Planifica acumular bienes para muchos años y la consecuencia... En adelante, solo vivirá para disfrutar: «Descansa, come, bebe, banquetea alegremente». De forma inesperada, Dios interrumpe sus proyectos: «Necio, esta noche te van a reclamar el alma, y ¿de quién será lo que has preparado?».

Este rico reduce su existencia a disfrutar de la abundancia de sus bienes. En el centro de su vida está solo él y su bienestar. Dios está ausente. Los jornaleros que trabajan sus tierras no existen. Las familias de las aldeas que luchan contra el hambre son “nadie”. El juicio de Dios es rotundo: una vida así solo es necedad e insensatez.

En estos momentos, prácticamente en todo el mundo está aumentando la desigualdad. Este es el hecho más sombrío e inhumano: «Los ricos, sobre todo los más ricos, se van haciendo mucho más ricos, mientras los pobres, sobre todo los más pobres, se van haciendo mucho más pobres».

Este hecho no es algo normal. Es la consecuencia de la insensatez más grave que estamos cometiendo los seres humanos: sustituir la cooperación amistosa, la solidaridad y la búsqueda del bien común de toda la humanidad por la competición, la rivalidad y el acaparamiento de bienes en manos de los más poderosos del planeta.

La Iglesia de Jesús, presente en toda la Tierra, debería ser vocero del clamor de sus seguidores contra tanta insensatez y reacción contra el modelo que guía hoy las posturas de los ricos de la tierra.

En los meses de verano no aparecerán las hojas de canto. Si quieres soñar con la iglesia que hace falta para nuestro momento al hilo de la reflexión de los obispos “El contraste paciente”. PINCHA ABAJO.