Unidad pastoral Santa María de Olárizu / Olarizuko Andre Maria Pastoral Barrutia

Viernes 21 de Febrero del 2025

comentario C TO6 2502016

fano


Uno puede leer y escuchar estos días con frecuencia noticias optimistas sobre la economía española.

Se nos dice que estamos asistiendo a un crecimiento económico mayor que los demás países del “euro”. Los beneficios de la banca, de año en año más grandes, son indicador de esa riqueza. Pero ¿crecimiento de qué?, ¿crecimiento para quién? Porque a la vez se insiste en el problema de la vivienda y no solo para los migrantes que, por el color de la piel, por el nombre, se encuentran con tantas posibilidades cerradas. También para los jóvenes nativos, la vivienda es un muro difícil de atravesar.

Hace una década se hablaba de que nos hacíamos una «sociedad dual». Un abismo cada vez mayor se abre entre los que mejoran su nivel de vida con más seguridad y los que quedan descolgados, sin trabajo ni futuro, en esta vasta operación económica.

De hecho, crece al mismo tiempo el consumo ostentoso y provocativo de los cada vez más ricos y la miseria e inseguridad de los cada vez más pobres.

La parábola del hombre rico, «que se vestía de púrpura y de lino y banqueteaba espléndidamente cada día», y del pobre Lázaro, que buscaba, sin conseguirlo, saciar su estómago de lo que tiraban de la mesa del rico, es una cruda realidad en la sociedad dual.

Entre nosotros existen esos «mecanismos económicos, financieros y sociales» denunciados por Juan Pablo II, «los cuales, aunque manejados por la voluntad de los hombres, funcionan de modo casi automático, haciendo más rígidas las situaciones de riqueza de los unos y de pobreza de los otros». Y Juan Pablo II señala en la raíz de esta situación algo que solo tiene un nombre: pecado.

Podemos dar toda clase de explicaciones técnicas, pero, cuando el resultado que se constata es el enriquecimiento siempre mayor de los ya ricos y el hundimiento de los más pobres, ahí se está consolidando la insolidaridad y la injusticia.

En las bienaventuranzas que hemos oído en el evangelio, Jesús advierte que un día se invertirá la suerte de los ricos y de los pobres. Quizás hoy sean bastantes los que, siguiendo a Nietzsche, piensen que esta actitud de Jesús es fruto del resentimiento y la impotencia de quien, no pudiendo lograr más justicia, pide la venganza de Dios.

Sin embargo, el mensaje de Jesús no nace de la impotencia de un hombre derrotado y resentido, sino de su visión intensa de la justicia de Dios, que no puede permitir el triunfo final de la injusticia.

Han pasado veintiún siglos, y la palabra de Jesús es decisiva para los ricos y para los pobres. Palabra de denuncia para unos y de promesa para otros que sigue viva y nos interpela a todos.

 

Para ver la hoja de participación de una de las parroquias de la Unidad Pastoral Santa María de Olárizu para este domingo. PINCHA ABAJO.


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