Unidad Pastoral Santa María de Olárizu
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Es la víspera de su ejecución. Jesús está celebrando la última cena con los suyos.
Ha lavado los pies a sus discípulos. Después de tomar el último bocado de manos de Jesús, Judas se ha marchado a hacer su trabajo. Jesús dice en voz alta lo que todos están sintiendo: «Hijitos, me queda poco de estar con vosotros».
Les habla con ternura. Quiere que queden grabados en su corazón sus últimos gestos y estas palabras que son como su testamento: «Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros; como yo os he amado, amaos también unos a otros. En esto conocerán todos que sois discípulos míos: si os amáis unos a otros».
Jesús habla de «mandamiento nuevo». ¿dónde está esa “novedad”? Amar al prójimo está en el antiguo testamento, lo saben los judíos antes de que Jesús naciera. También los filósofos griegos hablan de amor a todo ser humano... La novedad está en la forma de amar propia de Jesús: «Amaos como yo os he amado». Así se irá difundiendo a través de sus seguidores su estilo de amar.
Los discípulos han experimentado que Jesús los ha amado como a amigos: «No os llamo siervos [...] a vosotros os he llamado amigos». En la Iglesia hemos de querernos como amigos. Y entre amigos se cuida la igualdad, la cercanía y el apoyo mutuo. Nadie está por encima de nadie. Ningún amigo es señor de sus amigos.
Así, hay actitudes, gestos, apuestas que Jesús corta de raíz: las ambiciones de sus discípulos cuando discuten por ser los primeros. La búsqueda de protagonismos interesados. Éstas y otras realidades rompen la amistad y la comunión. Jesús les recuerda su estilo: «No he venido a ser servido, sino a servir». Entre amigos nadie se ha de imponer. Todos han de estar dispuestos a servir y colaborar.
Esta amistad vivida por los seguidores de Jesús no crea guetos. No es una amistad cerrada. Alerta con esa apuesta de primero y luego los demás. “América primero” que dice alguno por ahí y se copia por todas partes… no creo que haya sitio para tantos primeros. Al contrario, el clima cordial y amable que se vive entre los seguidores de Jesús y en su comunidad crea y nos dispone a acoger a quienes necesitan acogida y amistad. Jesús les ha enseñado a comer con pecadores y con gentes excluidas y despreciadas. Les ha reñido por apartar a los niños. En la comunidad de Jesús no estorban los pequeños, nunca estorban los pequeños, otros… quizás sí.
Un día, Jesús llamó a los Doce, puso un niño en medio de ellos, lo estrechó entre sus brazos y les dijo: «El que acoge a un niño como este en mi nombre me acoge a mí». En la Iglesia querida por Jesús, los más pequeños, frágiles y vulnerables han de estar en el centro de la atención y los cuidados de todos.
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