Unidad pastoral Santa María de Olárizu / Olarizuko Andre Maria Pastoral Barrutia

Jueves 25 de Abril del 2024

comentario TO6 A 230212

fano


Para Jesús la Ley es importante, pero no ocupa el lugar central. Él vive y comunica otra experiencia: está llegando el reino de Dios; el Padre está buscando abrirse camino entre nosotros para hacer un mundo más humano. No basta quedarnos con cumplir la Ley de Moisés. Es necesario abrirnos al Padre y colaborar con él para hacer la vida más justa y fraterna.

Es un punto de distancia con la fe judía orgullosa de la Ley de Moisés. Según la tradición, Dios mismo la había regalado a su pueblo. Era lo mejor que habían recibido de él. En esa Ley se encierra la voluntad del único Dios verdadero. Ahí pueden encontrar todo lo que necesitan para ser fieles a Dios.

Casi podemos decir que Jesús cambia la ley de lugar. De ser la meta, pasa a ser señal en el camino que lleva a la meta. Y el Dios de la ley pasa de ser el que observa atento la foto final en la carrera del comportamiento de las personas a ser el entrenador que, con la ayuda de la Ley y también del discernimiento, guía hacia la meta final.

Por eso, según Jesús, no basta cumplir la Ley, que ordena «no matarás». Es necesario, además, arrancar de nuestra vida la agresividad, el desprecio al otro, los insultos o las venganzas. Aquel que no mata cumple la Ley, pero, si no se libera de la violencia, en su corazón no reina todavía ese Dios que busca construir con nosotros una vida más humana.

Para no pocos, hay síntomas que reflejan el crecimiento de la agresividad. Cada vez son más frecuentes los insultos ofensivos, proferidos solo para humillar, despreciar y herir. Palabras nacidas del rechazo, el resentimiento, el odio o la venganza. Y esas descalificaciones que condenan al otro, sin precisar los hechos que las podrían concretar: “machita”, “fascista”, “manada” (recordando a aquella otra de hace unos años en las fiestas de San Fermín), o los comentarios en las redes sociales, por ejemplo, a los participantes del concurso para ir a Eurovisión. O esos pitidos, esos insultos durante la conducción que manifiestan agresividad.

Y entre nosotros, las conversaciones están a menudo tejidas de palabras injustas que reparten condenas y siembran sospechas. Palabras dichas sin amor y sin respeto que envenenan la convivencia y hacen daño. Palabras nacidas casi siempre de la irritación, la mezquindad o la bajeza.

Y cuando ese lenguaje lo utilizamos con los vecinos…. Y cuando ese lenguaje lo utilizamos para descalificar a los que nos encontramos en la iglesia, unos contra otros... No es este un hecho que se dé solo en la convivencia social. Es también una realidad, un problema en el interior de la Iglesia.

Una tarea que tenemos por delante, fácil porque están a nuestro lado, es que cuando se nos vea, se perciba un grupo en el que «todos puedan admirar cómo nos cuidamos unos a otros, cómo nos damos aliento mutuamente y cómo nos acompañamos».

Eso es señal de que la ley es indicador. La ley para los seguidores de Jesucristo no es la meta.

 

Si quieres ver la hoja de participación de una de las parroquias de la Unidad Pastoral Santa María de Olárizu para este domingo. PINCHA ABAJO.


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