Unidad pastoral Santa María de Olárizu / Olarizuko Andre Maria Pastoral Barrutia

Domingo 05 de Octubre del 2025

comentario C to27 251005

fano


Los discípulos de Jesús llevan tiempo junto a él. Lo ven entregado al proyecto de Dios: Jesús solo piensa en hacer el bien; vive para hacer la vida de todos más digna y más humana. Y su motivación está clara, esa relación que tiene con Dios.

Según Lucas, en un momento determinado, los discípulos le dicen a Jesús: «Auméntanos la fe». Sienten que su fe es pequeña y débil. Necesitan confiar más en Dios y creer más en Jesús. Reconocen que no le entienden muy bien, pero no le discuten. Hacen, creo yo, lo más importante: pedirle ayuda para que haga crecer su fe.

Una fe que cuide a los pequeños, a los frágiles, y entre ellos a los migrantes y refugiados. Pensando en los ucranianos que tenemos cerca y conocemos. Pensando en los acompañados en el piso que gestiona la asociación Itaka, pensando en otros vecinos que nos cruzamos todos los días en nuestros barrios populares que permiten una vivienda a pocos y caras, pero todavía la permiten.

Nosotros hablamos de creyentes y no creyentes, como si fueran dos grupos definidos: unos tienen fe, otros no. Si lo pensamos, no es así. Viendo lo que vemos en los informativos, no digo todas, pero en el interior de muchas personas hay, a la vez, un creyente y un no creyente. Podemos pensar si nosotros con nuestras obras, con nuestras motivaciones somos creyentes al estilo de Jesús; si nuestra relación con Dios tiene el horizonte de la relación que tenía Jesucristo con Dios Padre; si nuestra forma de amar trasluce el evangelio; si el motor que nos mueve a vivir es el mismo y lo mueve al mismo ritmo que movió la vida de Jesús.

La fe puede debilitarse en nosotros sin que nunca nos haya asaltado una duda. Si no la cuidamos, se diluye poco a poco en nuestro interior, queda reducida a una costumbre que, por lo que sea, no abandonamos. Y así, vivimos prácticamente sin Dios.

Y si nos reconocemos en esa pendiente de la indiferencia, del no cuidado de la fe, hay muchas cosas que podemos hacer. Estoy convencido que no se necesitan que sean grandes. ¿Propósitos extraordinarios? No, gracias. Lo primero es rezar, como el desconocido que un día se acercó a Jesús y le dijo: «Creo, Señor, pero ven en ayuda de mi incredulidad». Es bueno repetirlo con corazón sencillo. Dios nos entiende. Él despertará nuestra fe.

Venir a la iglesia para juntarnos con otros cristianos a rezar está bien, muy bien. Aunque ahora me refiero a otro rezo, a otra forma de oración. No hablar con Dios como si estuviera fuera de nosotros. Está también dentro. Quizás cerrar los ojos y quedarnos en silencio para sentir y acoger su presencia. No se trata de pensar en él como si estuviera solo en nuestra cabeza. Está en lo íntimo de nuestro ser. Hemos de buscarlo en nuestro corazón.

Cabezones, creo que sí hay que ser cabezones en esto e insistir hasta tener una primera experiencia, pobre, pequeña, breve… ¡estupendo! Es la experiencia personal. Si un día percibimos que no estamos solos en la vida, si captamos que somos amados por Dios sin merecerlo, todo cambia. Creer en Dios es antes que nada confiar en el amor que nos tiene.

 

Si quieres ver la hoja de participación de una de las parroquias de la unidad para este domingo. PINCHA ABAJO.


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