Unidad pastoral Santa María de Olárizu / Olarizuko Andre Maria Pastoral Barrutia

Sábado 14 de Junio del 2025

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Muchos años, muchos siglos llevan teólogos en el esfuerzo de profundizar en el misterio de Dios ahondando en lo que entienden e imaginan es su naturaleza y exponiendo sus conclusiones con diferentes lenguajes.

Con frecuencia, esas palabras esconden su misterio más que revelarlo. Jesús no habla mucho de Dios. Nos ofrece su experiencia.

Primero, a Dios, Jesús lo llama «Padre» y lo experimenta como un misterio de bondad. Lo vive como una presencia buena que bendice la vida y atrae a sus hijos a luchar contra lo que hace daño al ser humano. Para él, ese misterio último de la realidad que los creyentes llamamos «Dios» es presencia cercana y amistosa que está abriéndose camino en el mundo para construir, con nosotros y junto a nosotros, una vida más humana.

Jesús no separa nunca ese Padre de su proyecto de transformar el mundo. No puede pensar en él como alguien encerrado en su misterio insondable, de espaldas al sufrimiento de sus hijos. Por eso pide a sus seguidores abrirse al misterio de ese Dios, creer en la Buena Noticia de su proyecto, unirnos a él para trabajar por un mundo más justo y dichoso para todos, y buscar que su justicia, su verdad y su paz reinen cada vez más en el mundo.

Segundo, Jesús se experimenta a sí mismo como «Hijo» de ese Dios, nacido para impulsar en la tierra el proyecto humanizador del Padre y para llevarlo a su plenitud definitiva, por encima incluso de la muerte. Por eso busca en todo momento lo que quiere el Padre. Su fidelidad a él lo conduce a buscar siempre el bien de sus hijos. Su pasión por Dios se traduce en compasión por todos los que sufren.

Por eso la existencia entera de Jesús, el Hijo de Dios, consiste en curar la vida y aliviar el sufrimiento, defender a las víctimas y reclamar para ellas justicia, sembrar gestos de bondad y ofrecer a todos la misericordia y el perdón gratuito de Dios: la salvación que viene del Padre.

Tercero, Jesús actúa siempre impulsado por el «Espíritu» de Dios. Es el amor del Padre el que lo envía a anunciar a los pobres la Buena Noticia de su proyecto salvador. Es el aliento de Dios el que lo mueve a curar la vida. Es su fuerza salvadora la que se manifiesta en toda su trayectoria profética.

Este Espíritu no se apaga en el mundo cuando Jesús se ausente. Él lo promete así a sus discípulos. La fuerza del Espíritu los hará testigos de Jesús, Hijo de Dios, y colaboradores del proyecto salvador del Padre.

Así vivimos los cristianos en la práctica el misterio de la Trinidad.

 

Si quieres ver la hoja de participación de una de las parroquias de la Unidad Pastoral Santa María de Olárizu para este domingo de la Trinidad. PINCHA ABAJO.


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